El pecado, junto a su dimensión personal, se manifiesta también en la atmósfera o ambiente que nos envuelve e incluye; entendiendo ambos matices como aquellos sistemas o estructuras políticas, sociales, culturales, económicas, eclesiales… en la que, en diversos grados, nos hallamos integrados y que, de algún modo, nos constituyen. De ello se infiere que ese marco relacional no es en absoluto neutral; sino preñado de ideologías, valores, formas de entender la existencia y, quizá, pecado. El énfasis en la responsabilidad individual ha difuminado la realidad del pecado estructural; dificultando la
Read More