Cada vez que tengo que subir a un autobús, los ojos se me van derechos hacia el letrero que da nombre a esta reflexión y me noto orgullosa por no tener que usarlos. La gente ha empezado a concienciarse, a ejercer la buena costumbre de respetarlos y quedan libres hasta que algún discapacitado entra a ocuparlos, ya era hora. El otro día, debido a un problema de salud, me vi obligada a sentarme en uno de ellos y ya no me sentí tan vanidosa. No tengo carné de minusválida, me
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