Posted On julio 30, 2010By Harold Segura C.In Opinión
Eran otras épocas. Entonces el pueblo evangélico en América Latina era una minoría, víctima de permanentes persecuciones y sin ningún atractivo para el poder político. Hoy, la situación es diferente. La fuerza de los números nos distingue, representamos un importante caudal electoral, poseemos grandes templos, administramos importantes medios de comunicación y se nos tiene en cuenta a la hora de hacer negocios; somos «segmento significativo del mercado». Aún hay quienes hace no mucho se atrevían a pronosticar que seríamos la mayor fuerza religiosa del Continente. Un obispo (católico) en el Brasil advertía que Latinoamérica se estaba convirtiendo al protestantismo
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