“Bueno es todo cuanto me favorece y malo lo que no me favorece aunque favorezca a los demás”. Esa es la fuente de “sabiduría” en la que beben quienes legislan en casi todo el mundo. Y es, sin duda alguna, la que rige en la conciencia de la mayor parte de la ciudadanía en esta sociedad nuestra civilizada y ordenada según los principios básicos del liberalismo económico, los cuales expresa con clara sinceridad y diáfana visión el dicho: “a cada cual lo suyo y robar cuanto se pueda”.La ética del
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