Posted On septiembre 12, 2006By Harold Segura C.In Libros, Opinión
Apenas se ha empezado a leer y ya en la octava línea, Rosa Cabarcas, dueña de una casa clandestina, le dice al viejo que acaba de cumplir noventa años y que ha querido regalarse una noche de amor, que: «También la moral es un asunto de tiempo» (p.9). El viejo, que se sabía feo, tímido y anacrónico, reconoce que a fuerza de no querer serlo había terminado simulando todo lo contrario. La historia transcurre, si así se quiere, en medio de una lucha interna -¿guerra espiritual?- que desgarra la personalidad
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