La expresión se le atribuye al teólogo y pastor, Dietrich Bonhoeffer (1906-1945). Sin embargo, la autoría le corresponde al jurista, escritor, poeta y teólogo holandés, Hugo Grocio, quien la pronunciaría tres siglos atrás. Por supuesto, Bonhoeffer la retoma y la contextualiza desde la realidad de su cautiverio: prisionero en la celda número 92, de dos por tres metros cuadrados, en la cárcel de Tegel, en Berlín, Alemania. “Vivir como si Dios no existiera…”. La frase a simple vista podría sonar como una provocación paradójica, una especulación que apela a la
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