Es el encuentro de un maestro principal contra el gran Maestro. El escenario está listo y el hombre abre el debate: “Rabí sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.” (Juan 3:2). Buen discurso inaugural. Es un primer golpe asestado al estilo de los grandes pugilistas del cuadrilátero, cargado con fuertes argumentos teológicos. No se podía esperar menos de un gran erudito y conocedor de la ley. Pero Jesús no reacciona de la misma manera.
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