La práctica totalidad de las explicaciones que nos solemos dar acerca del misterio del mal no suelen dejarnos completamente satisfechos. Quizá por el hecho que, aun aceptando la autonomía de la creación, el dilema de Epicuro se halla arraigado en nuestro inconsciente y no terminamos de resolver la ecuación de cómo es posible compatibilizar el poder y la bondad de Dios con la realidad del mal. Hemos desterrado explicaciones míticas. Sabemos que la figura del diablo se introdujo en los relatos del Antiguo Testamento, durante los últimos tiempos de la
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