Existe un punto crucial en nuestro diario caminar y, aunque nos cueste reconocerlo, para entender la voluntad divina no siempre existirán respuestas claras, lógicas o sencillas. De hecho, la falta de comprensión afecta tanto al creyente maduro como al iniciado en la fe. Lo cierto es que esta realidad seguirá presentándose como un abismo entre nuestras pretensiones humanas y las intenciones altas, nobles y perfectas de Dios (Isaías 55:8). Seamands (1986), provee una interesante ilustración; él relata un cuento de un niño llamado Philip que había nacido con una discapacidad
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