Desde sus inicios la Iglesia ha tenido el privilegio de tener hombres y mujeres dedicados al servicio ministerial al frente de sus comunidades de fe. No obstante, durante el periodo de la Iglesia Apostólica, se escogían líderes que cumplieran requisitos específicos (Hch. 1) y cuya selección se confiaba a la guía del Espíritu Santo a través de la oración. Si estudiamos a fondo el libro de Hechos veremos que esta actitud se repite en varias ocasiones, lo cual, nos da a entender que este comportamiento de los apóstoles y de
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