Posted On noviembre 12, 2012By Juan Masiá ClavelIn Opinión
El salto de Felix Baumgartner, a treinta y nueve kilómetros desde la estratosfera, cortó la respiración en el controlador y produjo escalofríos de vértigo en los telespectadores. Tranquilidad posterior ante el saludo triunfal del paracaidista aterrizado. Buscan de prisa información los reporteros: cuándo, desde qué altura y por quién fue el record anterior. Interrogan titulares: ¿salto al espacio o salto a la fama? ¿al vacío o al futuro? ¿hacia la tierra o al universo? ¿descenso paracaidista o humanidad alada? En mesa de tertulianos califican la proeza con sinónimos de incertidumbre.
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