(Al hilo de un comentario que me ha hecho un viejo amigo he emprendido un viaje en el tiempo hasta dar con una breve reflexión que escribí en el año ¡2010! Aquí os la dejo.) ¡Socorro! ¡Por favor ayúdenme! La petición de auxilio rompía el silencio de la noche. Causaba inquietud a los que la escuchaban desde sus hogares. Pero a quién se dirigía el desesperante llamado, nadie lo sabía. No citaba el nombre, ni los apellidos del anónimo receptor del mensaje. Bien podía haber pedido auxilio diciendo claramente a
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