Posted On diciembre 5, 2013By Máximo García RuizIn Opinión
Nada molestaba más a los troyanos que los desastres inminentes que Casandra, sacerdotisa de Apolo, hija de Príamo, rey de Troya, que tenía el don de la profecía, se empeñaba en anunciar. Ante el mensaje repetido de la inminente caída de Troya, ningún ciudadano, confiados como estaban los troyanos en su fortaleza, quiso dar crédito a sus vaticinios y la ciudad cayó en manos de los enemigos. Las previsiones de Casandra no fueron suficientes para evitar el desastre; algunos, incluso miembros de su propia familia, pensaban que estaba loca. El
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