A causa del exceso de información —calificada o no— los cristianos vivimos en una época convulsionada en muchos aspectos, entre ellos el florecimiento de la diversidad teológica. Abundan cada vez más subgrupos religiosos con sus doctrinas y distintos énfasis, dejando a la esencia del cristianismo tras una nebulosa bastante espesa. Por esta razón, hace un tiempo se disparó en mi mente un interrogante: ¿Qué es lo indispensable? ¿Qué actitud cristiana es indiscutible? En medio de tantas doctrinas, ¿Cuál es la directiva cardinal e inconfundible? El problema de la respuesta es
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