Un maestro de la ley sorprendido por las palabras que Jesús había respondido a unos saduceos en relación a la resurrección aprovechó el momento y le hizo una pregunta: – ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? La respuesta que obtuvo fue a todas luces sorprendente. La capacidad, la forma y el contenido de cómo el Galileo fue a la esencia de la fe israelita, la extrajo y la colocó en el centro, fue algo digno de un genio, mejor, de alguien divino. Todo lo demás dependía de esto:
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