El Dios tatuado. Una breve palabra de esperanza | Ignacio Simal

Viendo lo que vemos, y oyendo lo que oímos en el contexto del pueblo de Dios, pareciera que el Señor se ha olvidado de su pueblo y lo ha dejado en manos de vociferantes «profetas», de inmisericordes defensores de «su sana doctrina» y vividores del Evangelio. Personajes que de una forma u otra luchan por esclavizar a los que les escuchan a su «profecía», a su teología o a su bolsillo.

¿Se ha olvidado Dios de su pueblo? No, en absoluto. En el caso improbable de que una madre olvidara a su hijo, el Señor, como buena madre, jamás nos olvidaría. Tanto es así que el Altísimo se ha hecho un «tattoo» especialmente doloroso. Se ha tatuado el nombre de su pueblo en las palmas de su mano. ¡Tanto nos ama!

Él, como buen pastor, saldrá en busca de los lobos, y nos librará de sus crueles e inmisericordes fauces. Los que nos asolan y pretenden utilizarnos como peana, huirán de nosotros, avergonzados del mal que han hecho y hacen al pueblo de Dios (Isa. 49:17). Por ello, uniendo nuestra voz al antiguo profeta, declaramos: «festéjalo, cielo; alégrate, tierra. Estallad, montes, en aclamaciones, que el Señor consuela a su pueblo, tiene compasión de sus desgraciados» (‭‭Isa. ‭49:13‬ ‭BTI‬‬).

Mientras tanto, con Santiago, el hermano del Señor, nos diremos los unos a los otros: «esperad con paciencia la venida gloriosa del Señor. Como espera el labrador el fruto precioso de la tierra, aguardando pacientemente que lleguen las [lluvias] de otoño y primavera, así vosotros tened paciencia y buen ánimo, porque está próxima la venida gloriosa del Señor» (‭‭Stgo. ‭5:7-8‬ ‭BTI‬‬). ¡Dios nos lleva tatuados en las palmas de sus manos!

Soli Deo Gloria