Hermano Francisco,
Agitador de un mundo que agoniza,
Pacificador del lobo arisco,
¡Apúntame en la lista de tus locos,
Y enséñame a ser libre, un tal Francisco!
Elegiste un nombre que a mi me regalaron. Moriste en Pascua, fiel y revolucionario, como fue tu estilo, volviendo a la raíz de nuestro movimiento popular: un carpintero, un narrador, un sanador, que volvió al corazón de la Pascua de su pueblo al movimiento más profundo del alma humana, el Paso.
Dios te regaló el tiempo propicio para cosechar, en verano, la primavera eclesial del siglo XX: sos en este cuarto de siglo lo que Gandhi en el siglo XX, un símbolo de paz, de unidad, de justicia social, de danza entre el grito de la tierra y el grito de los pobres. Tus hermanos en la fe lo decimos, los militantes de la causa popular lo atestiguan: ahora somos más hermanxs y compañerxs que antes de tu Paso. Ya vendrá, naturalmente, el otoño, estamos listos, unidos y organizados.
Volviste a estremecer a nuestra vieja Iglesia y con ella, al estilo del Nazareno que le da sentido: jugaste con los niñxs, dialogaste siempre con los más rotxs, leíste el mundo desde los pobres y las periferias, plantaste cara al mal y tendiste puente para construir el mejor bien posible, nos ayudaste a soñar, pusiste en el corazón del mundo el fermento que supimos cultivar en NuestrAmérica. Tu Paso nos transformó, fue un torrencial que nos llenó de vida.
Algo de eso encuentro cuando te miro a los ojos, cuando centro la mirada en vos, en tu voz. Pero creo que te hace mayor honor mirar las cosas que despertaste, los movimientos donde al parecer no estuviste, pero sin vos hubieran sido imposibles. Podría contar muchos, y ‘no alcanzarían todas las paginas del ciber espacio’, pero basta con dos escenas para contar toda una vida:
La primera tiene como protagonistas a Jóvenes en un país del sur que ha resistido en su lengua al colonialismo durante más de 200 años, se juntan, juegan, cuentan sus dolores y sus Pascuas. No sé si alguno te nombra, pero estás presente en el ‘olor a evangelio’ que flota en cada historia. Es más, estás también, misteriosamente en cada guiso: el dinero de la minga ha venido de Roma, sin llegar todavía ha necesitado de la solidaridad de la comunidad que se organiza y hace el encuentro dividiendo la cocina por comunidades en cada día. Cuando llega el dinero, fortalece el camino de los jóvenes, muchos de los que viven en una barriada de migrantes climáticos, que ya nueve veces han tenido que salir y entrar de su barrio, cuando sube el rio, viviendo en chozas para sobrevivir. En chozas, como en las que vivió Jesús, tu maestro, el reinventor de los Pasos. Reconociendo la lucha de los pobres, reconciliaste a los de abajo desde arriba, pusiste en el trono del eterno a los más efímeros frente al viento.
La segunda es una escuela de comunidad en Latinoamérica, que descubrió en la cultura del encuentro, en la mezcla, una forma para entender la fe, el mundo y las utopías. En ella habitan, desde los cuadraditos de zoom y en las comunidades mas perdidas del continente, centenares de jóvenes que rezan en sus modos, luchan como pueden y construyen comunidad para que el Paso del Espíritu tenga donde soplar. Estos jóvenes arman fogatas en comunidades diversas de NuestrAmérica, para que su Soplo nos encuentre en-fiesta-dos. En un tiempo donde cada uno se salva como puede, soy testigo que tu modito inspira el encuentro. En plena pandemia, nos convocaste a no achicarnos, siendo frágil-fuerte, bancando ese oxímoron que embellece nuestra fe.
Y como te vas, siempre antes de tiempo, siempre justo a tiempo, y somos argentinos y pensaremos por qué no viniste, que hubiéramos llenado la 9 de julio de olor a choripán y pueblo, y que ese día hubiéramos consagrado la ronda del mate como ritual de la comunión, y que tu voz hubiera resonado, con Evita y su micrófono en Desarrollo Social, y que todos los descamisados de hoy, los cabecitas negras, los pobres de toda pobreza, hubieran sentido la caricia de tu Paso, el amor de Su Pascua, que por momentos se parecían tanto.
Pero no, no viniste, te bastó quedarte para siempre en casa: te recuerdo abrazando a los familiares de Cromañón, de esa masacre en un boliche de rock donde murieron calcinados doscientos chicos en los albores de este siglo, y vos, pequeño e inmenso, pedias a todo Buenos Aires que llore sus muertes, y en atrio de la iglesia, aquel 30 de diciembre de 2005, abrazabas a uno por uno. Entre ellos y vos quedaba la imagen de sus hijos, de sus padres, de sus esposos, de sus madres. La foto de los muertos, el pedido de justicia, tu vida marcada por esos abrazos. Estabas allí, lo recuerdo, estuve también en ese atrio de catedral en Buenos Aires. Ellos pasan por vos, quizás por eso el peso de tu Paso.
Es que fuiste un hombre con las contradicciones de la especie, con las tensiones que nos salvan desde los condenados de la tierra, en esta tradición hermosa que celebra las Pascuas. Tenemos la fe de un pueblo, fuiste parte de ese pueblo, y aquí te quedas, a vivir en las periferias del mundo, pero habiendo conmovido desde su centro, el eje de rotación de nuestra vieja Iglesia. Tu Paso es también la Pascua.
Jorge, como te gritaba un cartonero cuando fuimos con los Cayetanos en 2018 a la Araucanía para abrazarte, Francisco, como elegiste para no olvidar a los pobres entre los brillos del poder, GRACIAS. Al saber de tu muerte, que es Pascua, nunca tan literal, se me presentó una oración que rezábamos con los frailes misioneros de mi infancia, antes de salir a tierras inhóspitas en busca del Dios de los Otros, para volver maravillados y creer para siempre en el amor. Por eso días, rezábamos esta oración de Cortez en el Buenagente, que hoy te cantamos hasta el cielo, como un salmo entonado desde los charcos de nuestras barriadas:
Y así, como quien riega su silencio,
Te has ido sin hacer daño a la muerte,
Ciudadano del cielo y de la tierra,
Cachorro de paloma y de serpiente (como sabias de esto, Francesco)
Te vas a Dios, al padre de la vida
Que te hizo a ti, y al sol, y a las estrellas,
Y a Cristo, del que -como un tatuaje-
Grabadas en tu cuerpo están las huellas.
Y te vas, ocho siglos por delante
De que lleguen los hombres de mi tiempo:
¡ocho siglos de iglesia y de cristianos
Que tan poco han sabido de tu ejemplo!
Pero yo no quisiera resignarme
A hacer de tu mensaje una rutina
Habiendo tanto enfermo entre los hombres,
Y tanta iglesia que amenaza ruina.
Yo quisiera, a pesar de mis temores
Seguir tus pasos franciscanamente
¡que hasta el diablo si se lo propone
Pueda llegar a ser un buenagente!
Vivir en sencillez, con esa magia
Que cambia en fiesta lo más ordinario,
Y amar mucho, sabiendo que, en el fondo,
Solo el amor es revolucionario.
Te abrazo, allá donde abunda ese gesto infinito, reza por nosotros,
Francisco Bosch, tu hermano
Mar del Plata, otoño (Cono Sur), 2025
- Tenías que morir en Pascua | Francisco José Bosch - 25/04/2025