Concilio Teológico Sobre la Ordenación de la Mujer, I.N.P.M., Xonacatlán, Estado de México, 17-18 de agosto de 2011
¿Hay alguna forma de hacerles ver que nuestro Dios nos considera a todos de igual valor, a pesar de la actitud de la iglesia, para la cual ciertamente no somos todos iguales?
Carta a John A.T. Robinson
La gracia del llamamiento inclusivo pone fin al estado patriarcal.
Agradezco ante todo la invitación del Ministerio de Educación Cristiana de esta R. Asamblea para presentar esta ponencia, la cual tiene como fin exponer algunos elementos bíblico-teológicos y presentar una postura a favor de la ordenación femenina, tomando en cuenta las siguientes tesis:
- No existe superioridad alguna ni subordinación de la mujer al varón que justifique la exclusión de las mujeres para los ministerios en el nuevo orden salvífico instaurado por Cristo según Gál 3:28.“Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”.
- El “silencio ministerial” o “litúrgico” de las mujeres promovido en circunstancias particulares (I Co 11 y 14), se aplicó en un determinado momento histórico particular, porque el Espíritu Santo no hace acepción ni clasificación de las personas para manifestarse.
- La praxis misionera del apóstol Pablo otorgó la misma importancia que Jesús a las mujeres, éstas pudieron desempeñar los ministerios que el Espíritu Santo les había encomendado con toda libertad, a pesar de la visión patriarcal judía tanto como griega que rodeaba a las iglesias de los primeros siglos. De igual manera hoy en día, las mujeres pueden ejercer los ministerios a los cuáles fueron llamadas por Dios con toda libertad.
Sirva la presente para esclarecer algunos pasajes llamados “controversiales” e iniciar un diálogo bíblico, teológico y pastoral entre las posturas que existen actualmente en nuestra iglesia, buscando siempre el bienestar de la iglesia en su totalidad, para ser testimonio, luz y sal de esta tierra en medio de la gran comunidad mexicana de la cual somos parte. Que el poder transformador de Cristo nos permita vivir una vida en comunidad con igualdad, equidad, justicia y dignidad para todos los que formamos parte de su cuerpo. ¡Amén!
Introducción
Es posible que algunas personas nieguen la autoridad de la Palabra de Dios cuando contraviene sus intereses personales, eclesiásticos o sus valores morales, algunos pondrán su cultura y creencias personales por sobre la autoridad de la Palabra de Dios; pero a los siervos y siervas de Dios, a los/as que Él ha llamado a su servicio les toca por gracia, deber y privilegio obedecer a su Palabra aún a pesar de sus propios intereses, valores culturales y morales. Es por ello que los pastores ordenados prometen cumplir la Palabra de Dios en el acto de su ordenación, por lo cual, no pueden negar ni contradecir lo que dice ésta misma: “Ustedes han confiado en Jesucristo, y por eso todos ustedes son hijos de Dios. Porque cuando fueron bautizados, también quedaron unidos a Cristo y ahora actúan como él. Así que no importa si son judíos o no lo son, si son esclavos o libres, o si son hombres o mujeres. Si están unidos a Cristo, entonces son miembros de la gran familia de Abraham, y tienen derecho a recibir las promesas que Dios le hizo”. (Ga. 3:26-29)
La gran mayoría de Iglesias reformadas en el mundo ordenan mujeres al ministerio pastoral, ancianato y diaconado. En Latinoamérica se ordenan mujeres en las iglesias presbiterianas o reformadas desde 1967 en los siguientes países: Argentina, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Guatemala, República Dominicana, Uruguay, Venezuela, entre otros. En el resto del mundo: Alemania, Angola, Australia, Camerún, Canadá, China, Corea, España, Estados Unidos, Francia, Ghana, Guyana, Gran Bretaña, Hungría, India, Indonesia, Irlanda, Italia, Japón, Kenia, Lesoto, Liberia, Madagascar, Malasia, Mozambique, Nigeria, Nueva Zelandia, Países Bajos, Rep. Checa, Rep. Del Congo, Rep. Eslovaquia, Rumania, Ruanda, Singapur, Sudáfrica, Suiza, Tailandia, Taiwán, Togo, Ucrania, Yugoslavia, Zambia, entre otros.[1]
Mientras en las iglesias presbiterianas y reformadas de todos los continentes se ordenan mujeres, en nuestra Iglesia Nacional Presbiteriana de México la ordenación de las mujeres a los ministerios reconocidos por la iglesia se ha constituido en un tema polémico. A la par, la Alianza Reformada Mundial (arm), ha creado el Departamento de la Colaboración entre Mujeres y Hombres no solo para promover la ordenación femenina sino también para promover las relaciones igualitarias de género.[2] Por su parte, la Federación de Iglesias Protestantes Suizas, emitió un documento a favor de la ordenación de las mujeres y la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (cmir) ha anunciado a sus iglesias miembros que la determinación de ordenar mujeres puede ser un factor determinante para la membresía de esta comunión, emitió un documento a favor de la ordenación de las mujeres y promete promover abiertamente la ordenación femenina entre aquellas iglesias que no la llevan a cabo.[3]
El ejercicio de los ministerios de las mujeres en el cristianismo tiene su origen en la predicación de Jesús. Jesús desafiaba las convicciones sociales de su época: trataba a las mujeres como a iguales, comía con todo tipo de personas y frecuentaba su trato por encima de las barreras de clase y de género, a la vez que atacaba los vínculos sociales que fortalecían la familia patriarcal, así fue como nació la iglesia, inclusiva y plural. Enseguida desarrollaré cada una de las tesis antes mencionadas.
1. No existe superioridad alguna ni subordinación de la mujer al varón que justifique la exclusión de las mujeres para los ministerios en el nuevo orden salvífico instaurado por Cristo según Gal 3:28. “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”.
La profecía del profeta Joel se cumplió, las discípulas presentes el día de pentecostés ya habían recibido la encomienda de Jesús y ahora son capacitadas y autorizadas por el Espíritu Santo, nace así una comunidad igualitaria entre hombres y mujeres. Porque eso es la Iglesia, una gran familia (Gálatas 6:10.) El presbítero José Luis Velazco Medina comenta acertadamente lo siguiente:
Esta iglesia como comunidad de fe no depende de la voluntad de los hombres hablando estrictamente, sino de la voluntad de Dios. Es una realidad escatológica…la iglesia sobre todo es el cuerpo de Cristo… y este cuerpo está formado por todos los creyentes bautizados y recibidos, con todo y sus hijos (e hijas) quienes según la tradición Reformada, están incluidos en el Pacto de Gracia. Este Pacto es inclusivo. Al ser recibidos en plena comunión por el sacramento del Bautismo, hombres y mujeres gozan de todos los derechos, privilegios y responsabilidades de la Comunión de los Santos. No hay margen para tener miembros de segunda clase.[4]
Si la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, ¿podremos excluir a algunos de sus miembros? ¿Podremos excluir de los ministerios de la iglesia a una parte del Cuerpo de Cristo que son las mujeres? No, no es posible hacer a un lado a las mujeres de la gracia de ser ordenadas, porque las mujeres somos parte del Cuerpo de Cristo y al hacernos a un lado están haciendo de lado a nuestro Señor y Salvador Jesucristo cabeza de esta Iglesia, no podemos excluir a nadie, la Biblia dice en 1ª. Cor. 12:21 “Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies; No tengo necesidad de vosotros”.
Gálatas 3.28 era una fórmula dominical pre-paulina, el apóstol Pablo la retoma a propósito de su carta a los Gálatas.[5] El principal objetivo de San Pablo al escribir esta carta es dar a conocer a los Gálatas la libertad del Evangelio contra cualquier elemento que esclavizaba o discriminaba a otros. “Para ser libres nos liberó Cristo. Manteneos pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud” (Gál 5.1). Ha llegado a conocerse a Gálatas como la carta de la libertad cristiana. Los creyentes de Galacia habían escuchado la doctrina del apóstol pero tiempo después llegaron a esa región judeocristianos instruyéndolos sobre la necesidad de cumplir los mandamientos además de tener fe en Jesús. San Pablo llega al grado de llamarlos “¡Insensatos!” (Gál 3:5), por no haber entendido las enseñanzas cristianas que él mismo les había dado. En esta carta San Pablo muestra el significado del evangelio de Jesucristo, no es necesario obedecer la ley, en Cristo ha quedado superada.[6]
El problema en la iglesia de Galacia era que los judeo-cristianos no estaban de acuerdo con la igualdad entre las distintas realidades religiosas, políticas y sociales, y por supuesto la igualdad entre mujeres y varones. Por ello, San Pablo insiste; toda desigualdad es superada ante Jesucristo.[7]
Esta carta de la libertad entiende la libertad como un objetivo y un fin. Eleutheria (eleutheria) es el concepto teológico central que resume la situación de varones y mujeres en la nueva comunidad de fe. El apóstol se propone manifestar la abolición de las distinciones religiosas entre los judíos y griegos.[8]
En Cristo son superadas todas las diferencias sociales (“pues no hay esclavo ni libre”), culturales (ya que “no hay judío ni griego); de género (por tanto, “no hay varón ni mujer”). Este principio del evangelio, es un principio de igualdad, que fundamenta el ministerio ordenado de las mujeres. Todos los seres humanos sin distinción tenemos derecho a gozar de la gracia, privilegio y responsabilidad que significa su llamado. El libro de Gálatas hace énfasis al mostrarnos que las desigualdades entre los seres humanos por su raza, color de piel, posición económica y género son consecuencia del pecado y, como tal, deben ser combatidas y superadas.[9] Gálatas 3:28 es un argumento fuerte que da la idea de la nueva Creación en Cristo.
Por supuesto que este pasaje se refiere a toda la vida de la iglesia que es su cuerpo; este pasaje se refiere a la salvación, pues en Cristo todas las cosas son hechas nuevas (2Cor.5.17) Nuestra cultura es transformada por el evangelio, por la nueva manera de vivir en Cristo y en él todos y todas hemos sido renovados, incluyendo nuestra cultura patriarcal.
La carta a los Gálatas tienen por objeto defender este punto de vista. No es la circuncisión o la incircuncisión, lo que importa, sino la nueva creación…si el rito principal de iniciación no era la circuncisión sino el bautismo, las mujeres podían convertirse en miembros plenos del pueblo de Dios, con los mismos derechos y deberes que los hombres. Esto daba un cambio fundamental, no solo en su situación ante Dios, sino en su posición y función socio eclesial.[10]
El cristianismo nace siendo incluyente, a diferencia de la religión judía en donde se pertenecía por lazos consanguíneos y en el caso de los varones eran el pueblo de Dios por la circuncisión, ahora en el Cristianismo se forma parte del pueblo de Dios solo por el bautismo, dado que no había ningún tipo de diferencia el papel de la mujer cambiaba drásticamente, pues ahora puede ser considerada como Pueblo de Dios, es por eso que por medio del bautismo Gál 3:28 llegó a ser una declaración bautismal, pues ahora en Cristo los varones judíos: “Debían abandonar la idea del privilegio de ser el pueblo escogido por Dios, también los amos tenían que renunciar a su poder sobre los esclavos, y los maridos a los que tenían sobre sus esposas e hijos…la conversión al movimiento cristiano significaba también para los hombres la renuncia a sus prerrogativas religiosas”.[11]
Los privilegios masculinos ya no eran válidos para los nuevos cristianos, en la medida en que los varones renunciaban a la exclusividad de algunos privilegios de religión, los gentiles y por supuesto también las mujeres podían ejercer distintas funciones de autoridad en la iglesia naciente.
San Pablo habla en esta carta sobre la justificación por la fe lo cual abre un espacio a la libertad donde no hay más discriminación por la ley, afirma de esta manera la justicia sexual y social que surge en la nueva creación en Cristo, todo tipo de discriminación e injusticia llega a su fin con Cristo. “Dios no hace acepción de personas”(Gál 2.6).Esta buena noticia abre un panorama esperanzador para las mujeres desde el inicio del cristianismo hasta nuestros días, esta es la nueva vida en Cristo, la esperanza de la libertad en Cristo.
Dios nos ha llamado a la salvación, nos ha llamado a ser parte de su cuerpo del cuál Cristo es la cabeza, Dios nos concede a todos hombres o mujeres los dones del Espíritu Santo, nos hace siervos y siervas y nos invita a proclamar el Evangelio del Reino de Dios. Si Dios no hace distinción de personas por su género ¿Por qué habremos de hacerla nosotros los seres humanos? Los seguidores de Cristo tenemos el deber de tratar con justicia a los demás, sin discriminar, sin excluir, no importa la raza, clase social o género, recordemos lo que dice Lamentaciones 3:36 (TLA): “Violar los derechos humanos es algo que Dios no soporta”.
¿Qué es necesario ser para poder participar de la gracia de recibir un don de Dios? El pasaje deja claro que no importa la raza, el status social y el género; el único requisito para poder tener acceso a los dones es ser parte del Cuerpo de Cristo, es decir, de la Iglesia por medio del bautismo cristiano. No es necesario ser varón para recibir la gracia de la ordenación, ¿Acaso lo que nos salva es que Jesús fuera masculino o el hecho de que asumiera nuestra humanidad?[12] Para el apóstol Pablo “la igualdad radical de varones y mujeres se debe a que (somos) iguales ante Dios: (somos sus hijas e hijos) en el Hijo. La ley judía que establecía distinciones entre varones y mujeres ante Dios, y por tanto los hacía radicalmente distintos, ha quedado derogada por Dios en la muerte y resurrección de Jesucristo”.[13]
No podemos, ni debemos buscar el dominio de alguno de los géneros sobre el otro, al contrario, debemos sujetarnos mutuamente; varones y mujeres en amor, como dice Efesios 5:21: “Someteos unos a otros en el temor de Dios”, para que de esta forma el servicio a nuestro Dios sea en todo fructífero, prosperado y al vivir un evangelio inclusivo logremos ser sal y luz de esta tierra.
No toca a los varones llamar al servicio a las mujeres, el llamamiento que desemboca en la ordenación es siempre y será una gracia, Dios mismo es quien la confiere a hombres y mujeres según su soberanía para que la ejerza según su voluntad y a los varones les corresponde reconocer el llamamiento que el Espíritu Santo confiere también a algunas mujeres para ser pastoras.[14]
Las mujeres y los varones somos parte de esta Iglesia que es el cuerpo de Cristo, ambas partes hemos sido rescatadas por la Sangre de Cristo y Dios nos ha bendecido con su Espíritu Santo, otorgándonos por gracia dones y ministerios por ejercer. “Gálatas 3.28 no ensalza la masculinidad, sino la unicidad del cuerpo de Cristo, la iglesia, (es el espacio) donde son superadas todas las divisiones y diferencias sociales, culturales, religiosas, nacionales y sexuales y donde todas las estructuras de dominación son rechazadas.”[15]
2. El «silencio ministerial» o «litúrgico» de las mujeres promovido en circunstancias particulares (I Co 11 y 14), se aplicó en un determinado momento histórico particular, porque el Espíritu Santo no hace acepción ni clasificación de las personas para manifestarse.[16]
Entre la carta de Gálatas y 1 Corintios existe una gran diferencia, pues mientras la primera afirma la libertad en Cristo, en la segunda el apóstol Pablo señala puntualmente algunos de los problemas morales y litúrgicos en los que los corintios se encontraban. La interpretación de estos pasajes debe hacerse en el contexto del conjunto del mensaje cristiano y, desde luego, en ningún caso, aislando el texto del contexto o tomando el texto como pretexto.
San Pablo sostiene: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” 1Cor. 11.3 Muchas veces el vocablo kefalh se ha interpretado erróneamente usándolo como excusa para afirmar que la mujer está bajo las órdenes y autoridad del varón. Según nuestro contexto cultural mexicano “la cabeza” es aquel que da órdenes, es el principal y a quien se deben sujetar los subordinados, sin embargo, el contexto del N.T. es otro muy distinto kefalh es aquel quien ama hasta el grado de dar la vida por otros, es quien sirve en amor, es el que muestra un amor sacrificial. Lutero decía de Cristo como cabeza: “Yo soy la cabeza, yo quiero ser el primero que se entrega por vosotros, quiero hacer común para mi vuestro sufrimiento y vuestra desgracia, y llevarlo en vez de vosotros”.[17] Efesios 5:23 y 25b lo confirma: “Porque el marido es la cabeza de la mujer, así como Cristo es la cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él su Salvador…así como Cristo se entregó así mismo por ella”. En este sentido:
…la figura retórica kefalh no indica que la mujer esté en una situación de inferioridad en cuanto al hombre, ni que su forma de honrar a Dios sea sólo a través de su marido como si sólo él tuviera relación directa con Dios…la figura retórica de cabeza se usa para señalar una relación que debe ser honrada y que sirve para ilustrar la exhortación a las mujeres en cuanto a su participación activa en el culto de forma digna y decente.[18]
Katherine M. Haubert también le da el sentido de fuente de vida o naciente de río, menciona: “kefalh se usa metafóricamente en el N.T. en una variedad de situaciones que le dan cierta flexibilidad conceptual, pero siempre incluye la idea de servirle al cuerpo”.[19] Es posible también que kefalh signifique origen, como comenta José Ramón Busto:
Cada una de las nueve veces que aparece…el término significa tres veces “origen” (v.3), tres veces “cabeza” (v.4, 5 y 7), y tres veces el conjunto de la persona (v.4, 5 y 10)…Lo que nunca ocurre en griego bíblico solo en el profano es que kefalh signifique autoridad. Es un semitismo del hebreo r’s. Aquí Pablo juega con las diversas acepciones de un término para dar una respuesta exegética que resuelva un problema, planteado en la comunidad de Corinto, que tiene algo que ver con la “cabeza” de las mujeres.[20]
El texto no debería interpretarse como una cadena de mando, si se interpreta kefalh por una de sus acepciones que es “origen” el texto podría leerse o interpretarse de la siguiente manera:
Primero en la creación el hombre vino de Cristo (Jn.1.3, 10; 1Co.8.6). Después de la creación del hombre, la mujer se formó del varón (Gn.2.22). Luego más tarde, en el plano histórico, Cristo vino de Dios para vivir entre los hombres (Jn.1:14)…El origen del hombre fue Cristo; el origen de la mujer fue el hombre, y el origen de Cristo fue Dios…1ª. Cor. 11: 8 y 12 afirman explícitamente que la mujer vino del hombre enfatizando el origen.
Otro tema que causa controversia es el uso del velo, avanzando sobre el texto encontramos que en todo el pasaje no se usa nunca la palabra kalumma (Velo). Es hasta el v.15 que aparece peribolaion, que puede significar, envoltura, manto, vestido y también velo. En el pasaje se utiliza con frecuencia akatakalupton, algunos traducen sin velo, pero como hace referencia José Ramón Busto, en griego bíblico también significa; despeinada, desgreñada o desmelenada[21], es decir que no lleva recogido el cabello con cintas o diademas lo cuál en el mundo judío era considerado como indecoroso. En la cultura griega las mujeres acostumbraban usar el cabello recogido con cintas o diademas, las seguidoras de Dionisio soltaban sus cabellos en las participaciones culticas a este dios griego.[22]
En la comunidad de Corintio, los nuevos creyentes al partir el pan o al realizar alguna liturgia desbordaban en manifestaciones del Espíritu como hablar en lenguas, durante este frenesí algunas mujeres de la comunidad se soltaban el cabello y se despeinaban, como ocurría en el culto a Dionisio. Debido a su tradición judía el apóstol Pablo piensa que el despeinarse no es decoroso en un culto. En cuanto a las expresiones de glosolalia San Pablo manifiesta: si no sirven para edificar a la iglesia no deben valorarse demasiado.
En cuanto al velo es necesario comprender que era una costumbre de las culturas judía y greco-romana, para las mujeres griegas era más decente salir a la calle con la cabeza velada, las solteras no usaban velo, las concubinas lo podían usar pero no en presencia de la primera esposa y las de la clase alta lo usaban en público. Las prostitutas y esclavas nunca lo usaban, las sacerdotisas del templo tampoco. [23] Las mujeres casadas usaban el velo como señal de decencia para ser objeto de respeto de los demás hombres, al usarlo según las costumbres griegas se dignificaban a sí mismas y tenía la autoridad de participar en el culto.[24] En este contexto debe entenderse que el velo es una forma de expresión cultural, era un atuendo apropiado en todo tipo de acto público que denotaba el estado civil de las mujeres, en nuestra cultura mexicana las mujeres casadas no necesitamos llevar un velo al hacer acto de presencia en público así que no podemos forzar el pasaje e interpretarlo literalmente a nuestra conveniencia.
Cuando en 1 Corintios 11:10 San Pablo menciona “Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza”, José Ramón Busto Saiz hace una exégesis muy acertada y comenta: “No existe un solo pasaje en toda la literatura en el que exousia signifique signo de autoridad. Exousia quiere decir capacidad de hacer algo, de ahí que signifique autoridad y también libertad. Así pues, “ ecein epi thz kefalhz” quiere decir “libertad sobre su cabeza”, es decir, “control sobre sí misma”[25]
En el contexto del problema de desorden litúrgico del pasaje debemos entender que Pablo se refiere al control que deben tener sobre sí mismas las mujeres que oran, profetizan o hablan en lenguas, pues esto es decoroso. “La exousia del creyente es la libertad de acción, porque la ley como prohibición, y las limitaciones han sido eliminadas por el acontecimiento redentor del espíritu Santo de la libertad;… porque después de la exaltación de Cristo, nada queda ya bajo el poder de los poderes”.[26]
En el v.11, el apóstol afirma como parte de la conclusión del pasaje la igualdad entre varón y mujer: “Pero en el Señor ni el varón es sin la mujer ni la mujer es sin el varón” es decir que la mujer y el varón somos de igual condición ante el Señor. San Pablo continua v.12 “porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios”. De ahí pues, que la mujer fue formada de la costilla del varón y el varón nace de una mujer; su madre, entonces ni el varón está sobre la mujer ni la mujer sobre el varón, ambos son de igual condición en Cristo pues proceden de Dios. La subordinación de la mujer al varón es un tema totalmente ausente en este pasaje.[27]
De igual modo en todo el pasaje no encontramos un texto en donde el hecho de usar velo o el cabello recogido o con diadema se relacione con la subordinación de la mujer al varón[28] y mejor aún que esto sea una prohibición para la ordenación de las mujeres. De ninguna manera podríamos basarnos en estos pasajes para afirmar que la mujer es inferior al varón, todo esta superado con Cristo, en él se inicia una nueva creación. El verso 16 reafirma: “Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre ni las iglesias de Dios” (énfasis agregado).
Aunque en algunas ocasiones el apóstol Pablo les dijo a las mujeres que guardaran silencio como en (1 Cor 14:34-35)[29] fue porque el trasfondo cultico de las mujeres de la Iglesia de Corinto era conocido por lo ruidoso, de sus expresiones religiosas, las personas interrumpían el servicio religioso, incluían gritos, había confusión y se necesitaba el orden divino,[30] Pablo se vio en la necesidad de prohibir a las mujeres hablar o enseñar en la congregación debido a que las mujeres de ese lugar en particular no tenían la formación para hacerlo,. Otra hipótesis muy aceptada es la que presenta la teóloga mexicana Elsa Tamez: “Pablo al referirse a las mujeres gunaikez no se refiere a todas las mujeres, sino solo a las mujeres casadas… gunaikez…puede traducirse como esposas. Esto se deduce porque en el v.35 ellas que deben guardar silencio en el culto, han de preguntarle a sus esposos en privado, si quieren aprender (y por supuesto solo a mujeres casadas cuyos esposos estén presentes en el culto)”.[31]
Pero este silencio era momentáneo mientras aprendían a comportarse litúrgicamente, no definitivo, incluso; el principal motivo de Pablo al escribirles es orientarles hacia la vida cristiana en libertad ordenada y testimonial.[32] Este grupo de nuevas creyentes deseaban aprender y adorar a su Señor y Salvador, para lograrlo debían momentáneamente guardar la compostura en el culto, controlar sus expresiones litúrgicas, auto-controlarse y discutir sus preguntas en casa con sus esposos (las que los tuvieran y fueran casadas).
Lamentablemente se ha tomado esta porción de la escritura para prohibir la ordenación de las mujeres a los distintos ministerios y se dejan de lado textos como 1 Co.11.5 “Toda mujer que ora o profetiza”, v.26 “Cuando os reunís cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación” o el v. 31: “Podéis profetizar todos”. Pablo resalta que para orar o profetizar solo es necesario hacerlo dignamente. El único requisito que marca el apóstol es el mismo para varones y mujeres “Hágase todo decentemente y con orden” (1 Co 14.40). En el caso de una mujer profeta de las comunidades paulinas, presidian la asamblea que se reunía en su casa y como menciona Suzanne Tunc: “¿No es lógico pensar que pudo presidir, en su calidad de presidenta de la asamblea, la acción de gracias eucarística de la comida del Señor?…Cuando las mujeres fueron convertidas, fueron también las que transmitieron el Memorial del Señor ¿Por qué no iban a presidirlo?… Todavía no existían los ministerios y pronunciar la acción de gracias (la eucaristía) debía parecer natural a los nuevos convertidos”[33]
Es preciso resaltar que también el mismo Pablo junto con Priscila y Aquila fueron los fundadores de la Iglesia de Corinto en su segundo viaje misionero (Hechos 18) Si Pablo hubiera estado a favor del silencio de las mujeres en la congregación no hubiera permitido que una mujer colaborara con él levantando esta iglesia. San Pablo estaba a favor de los ministerios femeninos, llamó a las mujeres amigas, sustentadoras de la obra, apóstolas, colegas, evangelistas y les encargó ser portadoras de la autoridad profética, (Rom.16). A diferencia de Gálatas 3:28 que es un texto normativo, 1 Co.14.34-35 es un texto circunstancial y debe estudiarse de esta manera.
En el v.34 San Pablo usa la palabra “sujetas”, aunque no se menciona a quién deben estar sujetas. Es muy posible que San Pablo se refiera a que las mujeres estén sujetas al orden en el culto, en el v. 32 les pide lo mismo a los profetas, que estén “sujetos”, ambos varones y mujeres sujetos para promover un ambiente cultico de respeto, de decoro y de orden. El apóstol continúa: “como también la ley lo dice”.¿A qué ley se refiere? Es muy probable que se refiera a las leyes judías, griegas y romanas que existía en esa época para controlar las expresiones extáticas y litúrgicas de las mujeres.[34]
Ante estos pasajes controversiales, cabe también la pregunta: ¿cuál es la enseñanza total de la Palabra, y en específico de los evangelios? La discriminación que la mujer ha sufrido al ser relegada de los ministerios a los cuáles Dios le ha llamado a través del Espíritu Santo, es fruto de una interpretación torcida de las escrituras, una interpretación desde la óptica de los filósofos griegos como Aristóteles. Con tanta marginación ¿Qué habría dicho y hecho Jesús? Los evangelios nos muestran a un Jesús misericordioso, compasivo con los más débiles entre ellos las mujeres. Delante de una cultura que minimizaba, humillaba y cosificaba a la mujer, Jesús se presenta dándole un trato digno de igualdad. La igualdad, el amor, la ayuda mutua y el respeto entre hombres y mujeres que vivió la iglesia de los primeros era una clara respuesta de los primeros cristianos al evangelio de Jesús.
El apóstol Pablo dice en 1 Co 12.13-14: “La iglesia de Cristo es como el cuerpo humano. Está compuesto de distintas partes, pero es un solo cuerpo…pero todos fuimos bautizados por el Espíritu Santo para formar una sola Iglesia y un solo cuerpo, a cada uno de nosotros nos dio el mismo Espíritu Santo”. ¿Qué pasa cuando a una parte del cuerpo de Cristo no se le permite ejercer los dones recibidos del Espíritu Santo? Tenemos entonces, un cuerpo que no funciona adecuadamente, un cuerpo atrofiado, cuyos miembros se desarrollan en desproporción.
1 Co 12.6-7, a la letra dice: “Se puede servir al Señor Jesús de distintas maneras, pero todos sirven al mismo Señor. Se pueden realizar distintas actividades, pero es el mismo Dios quién da cada uno la habilidad de hacerlas (…) Cuando el Espíritu Santo nos da alguna capacidad especial, lo hace para que procuremos el bien de los demás.” Cuando una mujer es llamada por Dios para desempeñar algún ministerio ordenado en la iglesia y Dios le ha dado ya los dones para servirle, debería ejercerlo con toda libertad pues es Dios mismo quién la está llamando y no los seres humanos, “Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Rom 11:29).
3. La praxis misionera del Apóstol Pablo otorgó la misma importancia que Jesús a las mujeres, éstas pudieron desempeñar los ministerios que el Espíritu Santo les había encomendado con toda libertad, a pesar de la visión patriarcal judía y griega que rodeaba a las iglesias de los primeros siglos. De igual manera hoy día las mujeres pueden ejercer los ministerios a los cuáles fueron llamadas con toda libertad.
En ocasiones como comunidades cristianas no encarnamos los valores del Reino de Dios, entre ellos la igualdad y el respeto como lo hizo Jesús, se margina a las mujeres por ser mujeres cuando Jesús no lo hizo, él incluyó a las mujeres en su equipo de predicadoras, de sustentadoras económicas de la obra, las incluye como compañeras para andar con ellos por los pueblos y aldeas y con María Magdalena incluye a las mujeres en su equipo de apóstolas. “Los días siguientes, Jesús fue por muchos pueblos y ciudades anunciando las buenas noticias del reino de Dios. Con Jesús andaban también sus doce discípulos y muchas mujeres.” Lucas. 8:1-2
Los sectores marginados en los tiempos de Jesús eran los niños, los enfermos, lo extranjeros y las mujeres. Jesús durante su ministerio se acerca a estos grupos marginados y así les acerca el Reino de Dios. Los evangelios no dejan lugar a dudas, pues Jesús es, como le llama Gabriel María Otalora, “El mayor defensor de la mujer”. Si Jesús atacaba los vínculos sociales que fortalecían la familia patriarcal, entonces podemos preguntarnos: ¿cuáles son los argumentos que se manifiestan en contra del libre ejercicio de los ministerios femeninos? ¿Niega el texto bíblico tal ejercicio? ¿Es acaso la mujer un ser inferior, pecaminoso, al cual Dios no puede tomar en cuenta para cumplir su soberana voluntad en la Tierra?
En el nuevo orden, en la nueva creación, en el tiempo pos pascual Dios escogió a mujeres como María Magdalena para comunicar la noticia del evangelio de la resurrección. Según la ley judía las mujeres no calificaban como testigos sin embargo, los cuatro evangelios coinciden, las mujeres son las primeras testigos de la resurrección, Dios las elige, les da credibilidad aún cuando para su sociedad, para su cultura patriarcalista no la tengan, él si se las da y desafía así a los sistemas eclesiales y culturales de la época. “Mas ve a mis hermanos y diles” (Juan 20:17) El término apostol, el cual se traduce como “apóstol, enviado”, se utiliza para designar a alguien que ha sido enviado directamente por Dios a cumplir con una misión muy importante. La vocación y la misión para el apostolado no provienen de los hombres, sino de Jesucristo y de Dios y es para toda la vida (Ga. 1:1, Ro. 1:5). Recordemos que María Magdalena es llamada Apostola apostolorum, no sólo por ser la primera persona en ver a Jesús resucitado, sino también por ser la primera en recibir la encomienda, el envío a dar la nueva de resurrección del Maestro. Su apostolado cobra aún más autoridad puesto que ella fue educada a los pies de Jesús, al igual que Pablo lo fue a los pies de Gamaliel.
Una mujer es enviada a dar las nuevas de la resurrección. María Magdalena ya había caminado con Jesús, posteriormente es testigo de su muerte y resurrección y es enviada a la humanidad para dar la noticia del nuevo orden convirtiéndose así en la “apóstol-apostolorum”. Deberíamos preguntarnos ¿Por qué Dios no eligió a un varón para comunicar esta gran noticia base de nuestra fe?
En Hechos 1:21-22, menciona el requisito para ser apóstol: Haber acompañado a Jesús desde su bautismo hasta la ascensión, María Magdalena cumplió con estos requisitos y abre el camino para que muchas mujeres más ejerzan un ministerio al cual fueron llamadas. Las mujeres participaron con sus ministerios en la Iglesia de los primeros siglos, muchas de ellas nombradas en la lista de saludos de Romanos 16 redactada en el año 57 d.C. De las 26 personas citadas por su nombre, 7 mujeres son llamadas por su nombre y dos más por su parentesco, Elisabeth Schûssler menciona al respecto: “Los nombres son judíos, griegos, latinos, hay personas libertas, esclavos, libres, varones y mujeres; pero sobre todo la lista tiene una clara estructura, conforme al rango eclesial. Comienza con Priscila y Áquila y acaba con los saludos a todos los santos”.[35]
En esta lista tan plural encontramos a Febe a quien el Apóstol Pablo la llama ministra y líder, el término diakonon con que se le designa es un término masculino que denota un uso oficial en la iglesia. Si bien el vocablo diakonon puede tener tres sentidos: servir las mesas, trabajo diaconal, trabajo del ministro o pastor. Las dos primeras interpretaciones no presentan mayor problema. La gran dificultad aparece cuando se usa el vocablo para darle el sentido de ministro, dándole a Febe la función de una pastora o ministra de la Iglesia…[36]
Pablo usa el término diakonon para llamar a Febe al igual que lo hace con Apolo, Timoteo, Tíquico y Epafras, por tanto el trabajo que realizaba Febe era el mismo y al mismo nivel que el que realizaban estos varones, estimados por Pablo y las Iglesias. Febe fue comisionada por el mismo Pablo para viajar de Cencrea hasta Roma y explicar la complicada carta a los Romanos: “sólo una persona del alto rango, con funciones prominentes de dirección podía llevar a cabo esta importantísima misión. Según la costumbre de aquel tiempo las cartas que recomendaban al portador daban a entender que él o ella manejaban bien el contenido de la carta y podían explicarlo”.[37]
Febe era una ministra y como ministra ejercía todas las funciones ligadas al ministerio como predicar, enseñar[38] y hasta ministrar los sacramentos, como lo menciona Eliseo Pérez Álvarez: “El diaconado en la Edad Apostólica no estaba limitado a las funciones materiales con las que estamos acostumbrados a entenderlo, por ejemplo, servir las mesas significaba nada menos que impartir la eucaristía, función que Febe tuvo a su cargo”[39]. La palabra diakonon no aparece en Hechos 6 donde se habla del servicio a las mesas.[40]
Podemos observar que cuando aparece el nombre de una mujer asociado a un título eclesiástico, los traductores tienden a minimizar el oficio y en lugar de traducir por ministro como normalmente traducen cuando se trata de titulares varones, lo traducen por diaconisa. No debemos pasar por alto los hechos históricos, efectivamente existieron diaconisas ordenadas en la iglesia de los siglos I al III d.C. La Didascálica III, 12, 1-3[41] menciona que las diaconisas como ministerio ordenado existieron en la Iglesia de Oriente en Siria, su función era ayudar a los obispos en el bautismo de las mujeres y la instrucción de las mismas en las casas, se justificaba el ministerio ordenado recordando que Jesús también fue servido por mujeres, de esta forma les llamaron diaconisas a todas las mujeres que seguían y servían a Jesús. Suzanne Tunc[42] en esta importante investigación señala que las diaconisas recibían una verdadera ordenación y formaban parte del clero como lo demuestran las constituciones apostólicas.[43]
Pablo también llama a Febe “sustentadora económica de la obra”, prostatiz, aunque esta es una traducción es muy débil según la teóloga Katherine Haubert,[44] prostatiz sugiere también ser un tipo de líder de la iglesia o ser alguien a quien se le ha encomendado el rebaño y se preocupa y cuida de él con la autoridad y responsabilidad que esto conlleva; es decir Febe fue una pastora.[45] Otra interpretación de prostatiz según la teóloga mexicana Elsa Tamez es: patrona o protectora “el término con sentido legal atribuido a quien defendía a los extranjeros privados de sus garantías. Este era un título de honor y autoridad en la antigüedad, y se refería a personas a las cuales otros se les subordinaban, Pablo reconocía su status de subordinado de Febe”.[46] Aunque también en el N.T. se ha traducidoprostatizpor presidir o gobernar, cualquiera de las variantes de la palabra implica liderazgo en la iglesia. Podemos concluir que Febe “fue una mujer muy prominente en la Iglesia de Cencrea con responsabilidades y autoridad”.[47]
De igual modo encontramos a otra prominente mujer; Junia quien recibe el título favorito de Pablo; apóstol. Pablo la llama apóstol distinguida, compañera en las prisiones, a quien Pablo le reconoce ser mayor que él en el evangelio. Se ha violentado su nombre y se ha hecho una interpretación tendenciosa del nombre de Junia para traducirlo por el masculino Junias. En un estudio exhaustivo sobre el tema el Pbro. José Luis Velasco M.[48] expone la diferencia entre ambos nombres la cuál radica en el acento normal sobre la i, indicando que es femenino; Iounian y un acento circunflejo sobre la a indicando el masculino Iounian , “los manuscritos más antiguos no contienen ninguna puntuación ni acentos. La acentuación y puntuación empiezan a parecer hasta el siglo nueve o diez”.[49]
Cabe mencionar que el nombre de Junias no existe en el griego, según Bruce Metzer miembro del comité editorial del Nuevo Testamento en griego.[50] Lo interesante es que ese nombre masculino no existe en la onomástica griega y sin embargo Junia sí, pues era un nombre romano de mujer muy común, por lo tanto Junia es la lectura más acertada del texto.[51] “Antes del siglo XII d.C. no se encuentran evidencias de que el nombre Iounian se haya manejado en los manuscritos del texto referido, mientras que no menos de 250 referencias mencionan el nombre de Iounian”.[52] Aceptar que Junia fue una mujer apóstol nos remite a admitir que por lo menos hubo dos apóstolas en la Iglesia de los primeros tiempos; María Magdalena y Junia, sin olvidar la tesis de Abelardo la cual menciona que se consideran apóstolas a todas las discípulas de Jesús pues fueron testigos de su bautismo, muerte y resurrección, lo cual era requisito para ser llamado apóstol según el libro de Hechos[53].Este es el lugar que Jesús dio a las mujeres y el cual gozaron en los tiempos del primer cristianismo.
La praxis misionera de Pablo otorgó la misma importancia que Jesús a las mujeres, éstas pudieron desempeñar los ministerios que el Espíritu Santo les había encomendado con toda libertad, a pesar de la visión patriarcal judía y griega que rodeaba a las iglesias de los primeros siglos.
Conclusiones
Las ideas aquí plasmadas nos ayudan a esclarecer las percepciones de los ministerios realizados por mujeres en la iglesia de los primeros siglos, podemos apreciar de cerca sus ministerios y apreciar la libertad que tenían de ejercerlos, de igual manera nos permite leer el texto bíblico desde otras perspectivas. Con toda humildad presento este ensayo a manera de diálogo y es un profundo deseo de mi corazón que pueda servir en la búsqueda de nuevos caminos para optar por una iglesia inclusiva, donde la discriminación de género sea cosa del pasado y todos y todas realmente seamos miembros del cuerpo de Cristo con los derechos y responsabilidades que esto conlleva.
Históricamente hay muchos datos que nos rebelan que las mujeres ejercieron la autoridad religiosa en las comunidades cristianas de los primeros siglos. Podemos encontrar inscripciones, epitafios, dedicatorias, pinturas al fresco, documentos lapidarios e iconográficos, etc. Ellas ejercieron funciones religiosas como: jefe de sinagoga, madre de sinagoga, ancianas, presbíteras, el sacerdocio y el obispado.[54] Puesto que está demostrado que muchas mujeres ejercieron estos ministerios hoy día las mujeres también podemos ejercerlos.
El motivo de las discrepancias entre las dos posturas sobre la ordenación de la mujer radica en la manera de interpretar el texto bíblico; una interpretación errónea del texto puede hacernos caer en el pecado de la discriminación, por otro lado ubicar el texto dentro de su contexto nos ayuda a conocer la verdad, a escudriñar las escrituras y a alcanzar la libertad del evangelio para la bendición del Cuerpo de Cristo el cual en nuestra INPM representa más de un 80%.
Por gracia divina las mujeres hemos sido llamadas a ser pueblo de Dios, bautizadas en nombre del Padre del Hijo y del Espíritu y recibidas también como miembros en plena comunión de la INPM. Por lo tanto al ser parte del cuerpo de Cristo debemos ser tratadas con equidad y justicia. Cristo libera nuestras culturas de prejuicios de tal manera que el patriarcalismo queda superado. Como cita la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas en la sección de Justicia y género de las resoluciones finales: “La verdadera unidad no puede realizarse en un contexto donde no es reconocido el llamado de Dios a las mujeres para actualizar sus dones en el ministerio de la Palabra y de los sacramentos”. Hacemos, pues, una llamado a los representantes de sínodos y presbiterios para reflexionar y guardar la unidad y la paz de la iglesia.
Pretender que el Espíritu no puede jamás llamar a los ministerios ordenados a las mujeres ¿No significa acaso pretender imponer al Espíritu lo que debe o no hacer? Es Dios quien en su soberanía llama a hombres y mujeres a servirle. Y los seres humanos no pueden ignorar ni negar el llamado que a través del Espíritu Santo Dios hace a las mujeres.
Que el Espíritu de Dios siga animando a las mujeres y varones que han sido llamados por él a servirle, que nos siga dando fortaleza, que nos siga dando fe en medio de la desesperanza y nos de sabiduría para seguir proclamando el evangelio del Reino de Dios y su justicia guiándonos siempre a la verdad (Jn.16.13). Dios nos llama a hombres y mujeres por igual a servirle plena y libremente, y nosotras como mujeres solo deseamos hacer su voluntad y que esta sea una realidad en nuestra amada INPM. Oponerse a la ordenación de las mujeres es oponerse a la voluntad Dios, esto significa estorbar y entorpecer los planes y designios del Señor, y la labor del Consolador. Dios nos guarde de cometer tal pecado. “El llamado de Dios al ministerio de la iglesia nadie lo puede evitar, nadie puede detener la obra del Espíritu Santo”.[55]
Por una Iglesia Reformada siempre reformándose.
Bibliografía
Libros
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* Egresada de la Maestría en Divinidades del Seminario Teológico Presbiteriano de México, Licenciada Predicadora por el Presbiterio de la Ciudad de México. Actualmente está sujeta al proceso de ordenación al Santo Ministerio por el Presbiterio Juan Calvino.
[2] En 1992 la ARM creó el Programa para Afirmar, Cuestionar y Transformar (PACT), con el propósito de promover la plena cooperación de mujeres y hombres en la iglesia y en la sociedad. De 1994 a 1997, se organizó una serie de consultas regionales en todo el mundo. En la 23ª Asamblea General (1997), el Programa se convirtió en el Departamento de la Colaboración entre Mujeres y Hombres. La función del Departamento es ayudar a las iglesias miembros a que escuchen de nuevo el testimonio bíblico sobre la comunidad (koinonía) y la colaboración, erradicar el sexismo en la teología y la praxis y promover la sensibilización en materia de género, reconocer los dones y talentos de las mujeres para el ministerio y las funciones de dirección, y trabajar por la renovación y la transformación de la iglesia y la sociedad mientras luchan por suprimir los obstáculos que siguen dividiendo a las mujeres y los hombres. Moderadora: Rev. Dr. Henriette Hutabarat-Lebang, Toraja Church (Indonesia), secretaria: Rev. Patricia Sheerattan-Bisnauth, Iglesia Presbiteriana en Guyana, auxiliar administrativa: Ms. Margaret Richard.
[3] Leopoldo Cervantes Ortiz. Teología y ordenación de las mujeres en la iglesia: Tradición, conversión y cambio,Lupa Protestante. Enero, 2011.
[4] José Luis Velazco Medina, “El lugar de la mujer cristiana en la iglesia. Consideraciones sobre la ordenación de la mujer con vocación al Santo Ministerio de la Palabra de Dios y al pastorado” (inédito), México, D.F. 2010. p. 11
[5] Elsa Tamez, “Pautas hermenéuticas para comprender Ga. 3.28 y 1 Co. 14.34”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 15, 1993, pp. 9-18
[6] Introducción a la carta a los Gálatas, en Biblia Isha. La mujer según la Biblia. Sociedades Bíblicas Unidas,p.1369.
[8] E. Schüssler Fiorenza, En memoria de ella: una reconstrucción teológico-feminista de los orígenes del cristianismo. Bilabao, Desclée de Brouwer, 1989, p. 259.
[13] Véase el artículo de José Ramón Busto Saiz, “San Pablo y las mujeres de Corinto. ¿Fue Pablo antifeminista?”, en Sal Terrae, revista teológica pastoral, marzo de 1993. p. 220.
[16] Probablemente los capítulos 7 al 15 de 1 Corintios sean la respuesta de San Pablo a la carta que los de Cloé, Estéfanas, Fortunato y Acaico le llevaron a Pablo en Éfeso. Esta carta se perdió y solo tenemos la respuesta de S. Pablo. Véase el artículo de José Ramón Busto Saiz, San Pablo y las mujeres de Corinto. ¿Fue Pablo antifeminista? en Sal Terrae, op. cit. pp.211-221
[19] K.M. Haubert, La mujer en la Biblia. Implicaciones para liderazgo femenino en la Iglesia., San José, Visión Mundial, 1993, p.50-51
[20] “San Pablo y las mujeres de Corinto. ¿Fue San Pablo antifeminista?” Sal Terrae, op. cit., p. 215
[20] Vida y Pensamiento, Ibíd..
[21] “Según el Talmud de Babilonia (Gittin 90ª.) salir con los cabellos desgreñados es una inmoralidad del mismo nivel que salir con la espalda desnuda o bañarse con varones” Véase: Sal Terrae, ibíd.
[26] L. Coenen, E. Beyreuther, H. Bietenhard. Diccionario teológico del Nuevo Testamento. Salamanca, Sigueme,1999, Vol. II, p. 393.
[29] Es muy probable que el pasaje sea una interpolación, o sea una inclusión posterior que bien pudo ser una anotación al margen , hecha por algún lector al final del primer siglo, puesto que hay una contradicción entre este pasaje y 1 Co. 11:5 véase: RIBLA, op. cit., p. 9-18
[38] María J. Arana, María Salas. Mujeres sacerdotes ¿Por qué no?, reflexiones históricas, teológicas y ecuménicas. Madrid, Publicaciones Claretianas, 1994, p. 89
[39] Eliseo Pérez-Álvarez, “Teología de la faena; un asomo a los ministerios cristianos desde la iglesia Apostólica hasta la iglesia imperial”, en Tiempo de hablar. Reflexiones sobre los ministerios femeninos. México, Presbyterian Women- Ediciones STPM, 1997 , p. 66.
[41] La Didascalica apostolorum es el nombre de una obra de la literatura cristiana del siglo III, escrita en siríaco, emparentada por su contenido con las llamadas Constituciones apostólicas y la Didaché. Tanto Galtier[] como Charles, []consideran que la redacción original de la Didascálica data del siglo II. No se sabe nada de su autor. Trata principalmente de los deberes de los obispos, del rito de ordenación de los diáconos, de los trabajos encomendados a las diaconisas y los auxilios a dar a cristianos en dificultad. También aborda temas doctrinales como la resurrección, la Pascua, el bautismo y el perdón de los pecados. El texto polemiza con los cristianos que creen que deben seguir la Ley del Antiguo Testamento e invita a los cristianos convertidos del judaísmo a dejar tradiciones y legislación que no sea la del decálogo.
[43] Las Constituciones apostólicas, cima de las grandes Colecciones apostólicas, pueden datarse en una fecha muy cercana al 380 d.C. en la región de Antioquía de Siria. La obra consta de ocho libros de desigual extensión, que incluyen la Didascálica apostolorum, del siglo III (libros I-VI), la Didaché, del siglo I (libro VII), y la Tradición apostólica, de comienzos del siglo III, pseudoepigráficamente atribuida a Hipólito, así como una versión del siglo IV de los 85 cánones apostólicos/conciliares (libro VIII). Las Constituciones apostólicas son atribuidas a Clemente.
[48] José Luis Velazco Medina, “El acertijo sobre los nombres de “Junia” o “Junias” en la carta de San Pablo a los Romanos 16:7 y sus implicaciones en relación a la ordenación de la mujer presbiteriana a los ministerios de la Iglesia” (inédito), México, D.F., 2011, p. 2.
[49] Ídem. Consultar el artículo del presbítero José Luis Velazco Medina, arriba mencionado, donde enlista 10 versiones que traducen el nombre de Junia, dos que toman en cuenta ambas traducciones y siete que traducen Junias como un nombre masculino.
[53]María José Arana afirma: “Ellas no contemplaron pasivamente estos misterios (bautismo, muerte y resurrección de Cristo), sino que, como dice Abelardo, estas santas mujeres, fueron constituidas como apóstoles para los apóstoles, enviadas por el Señor o por los ángeles, todas ellas y no sólo María Magdalena”, M.J. Arana, op.cit., p. 67.
[54] Investigadores como Bernadette Brooten, Ross Kremer, Giorgio Otranto, Kevin Madigan, Carolyn Osiek, entre otros y otras han encontrado y demostrado mediante cartas pontificias e inscripciones antiguas que las mujeres ejercieron el diaconado, sacerdocio e incluso fueron presbíteras y obispas durante los siglos I al XIII.[54]