Al leer Diálogo de las religiones y autocomprensión cristiana, de Andrés Torres Queiruga, y al participar junto con él en una presentación de la problemática del diálogo interreligioso, sintonicé especialmente con su propuesta de un “universalismo asimétrico”, que sirve como presupuesto para explorar las perspectivas de transformación que abre a la teología el diálogo en un contexto que denominaria “pluralismo religioso interactivo”. He reflexionado sobre este punto en un ensayo con el que he tenido la oportunidad de sumarme al reciente homenaje al teólogo gallego. Desde la propia experiencia de participacion en encuentros interreligiosos, me parece viable esta metodología del “pluralismo interactivo” que sintoniza con su propuesta de un “universalismo asimétrico”. El resultado de los encuentros interreligiosos mencionados, cuando no se limitan a constatar y reconocer el pluralismo sino son interactivos, desemboca en la transformación de las religiosidades o espiritualidades interlocutoras.
No es justa la lectura sesgada que hacen de la obra de Torres Queiruga los obispos autores de la reciente Notificación sobre su corrección teológica y acuerdo con el magisterio eclesiástico. No es justo acusar a nuestro teólogo de ignorar o difuminar la característica cristiana. No es justo acusarle de“reducir la fe cristiana a las categorías de la cultura dominante que pudieran eliminar u oscurecer la novedad introducida por la Encarnación del Hijo de Dios”.
En primer lugar, encuentro bien señalizada la ruta en el recorrido realizado por Torres Queiruga, tras salir del exclusivismo y el inclusivismo estrecho hacia la convivencia con el pluralismo y la búsqueda de un universalismo plausible. Dadas ya por superadas las posturas exclusivistas, nuestro teólogo concluye fundadamente y opta con decisión por ir más allá del inclusivismo, pero sin caer en el indiferentismo relativista. Reconocido el pluralismo, y situándose dentro de él sin abandonar la propia convicción cristiana, centra su propuesta en la determinación de un pluralismo que no sea indiferenciado. Su tesis es precisamente un “universalismo asimétrico”. Con cuidadosa reflexión conjuga el reconocimiento del pluralismo diferenciado (y, por tanto, con asimetría) con el mantenimiento identitario de aquellos aspectos válidos de un inclusivismo (mínimamente débil) compatibles con el pluralismo.
No faltaran quienes arguyan contra él desde dos flancos: a unos les parecerá que ha cedido terreno a la relativización; a otros les quedará la duda de si se ha liberado por completo del inclusivismo cristiano-céntrico. Pienso que ambas objeciones no harían justicia al equilibrio logrado por Torres Queiruga en su propuesta de un universalismo asimétrico diferenciado.
En una sobremesa (en la Universidad Comillas, hace unos años) debatía nuestro teólogo gallego con un filósofo paisano suyo. Ambos eran pesos pesados del debate y a los otros comensales nos costaba terciar en la argumentación. Alguien sugirió una pausa mientras brindaba ironizando sobre las especulaciones teóricas que le parecían “vanidad de vanidades y todo vanidad”. Aproveché entonces la ocasion para un mal juego de palabras diciendo que las distinciones de Andrés no eran “vanidad de vanidades”, sino “precisión de precisiones y todo precisión, matización de matizaciones y todo matización”. Recuerdo ahora la anécdota al releer Diálogo de religiones, constatando cómo matiza el autor su postura con las precisiones sobre lo que serian malentendidos. Queda siempre claro en su exposición dónde empieza lo que no está claro y dónde hay que decir unamunianamente “ni esto ni aquello”: la precisión nos deja claro “lo que no es”. Su postura no es de espectador ante el pluralismo, sino de actor implicado interactivamente en el encuentro plural. Citaré algunos ejemplos.
No es “una negación que excluya a las demas” la afirmación del lenguaje amoroso que dice “tú eres única o único para mí…”
No es la Biblia “un libro absolutamente único, de modo que sólo en :él quepa hablar de revelación divina…”
No es exclusivismo optar por una religión considerada más convincente que otras. “Lo peligroso no es la opción, sino el dogmatismo; no es la elección, sino el exclusivismo”..
Si el universalismo es asimétrico, “no es porque Dios discrimine, sino porque por parte del hombre la desigualdad resulta inevitable”.
Hablar de la absolutez del cristianismo “no puede significar nada parecido a omnicomprension, como si una religión determinada, por alta que sea, pudiese abarcar el Misterio”
Afirmar el “teocentrismo jesuánico” (el Padre es mayor que Jesús y quien ve a Jesús ve al Padre, según Jn 4,14 y 14,9) no es negar a otros “su derecho a hablar de un teocentrismo diferentemente cualificado”.
Proclamar el descubrimiento gozoso de la definitividad de la relación con Dios en Cristo “no es algo que deba imponerse, sino que más bien postula el respeto a todos aquellos que en su religión crean haber hecho un descubrimiento igual o semejante”.
Al reconocer que aprendemos de otras religiones, “no se nos ocurre dejar de ser cristianos, sino acoger en nuestra religión los elementos valiosos que nos llegan de otra, pero que remiten a la común realidad divina”.
Reconocer el enriquecimiento y simbiosis resultantes del encuentro entre grandes religiones, no es ignorar que en el encuentro con formas de religión menos maduras “tendrá un papel mucho mayor la negación de aspectos ya superados y claramente nocivos (piénsese en sacrificios humanos o simplemente en prácticas que lesionan los derechos fundamentales)”.
Reconocer la realidad de la asimetria no es afirmar “la inmovilidad de una religión a la que los demás tienen que venir o a la cuál deban volver”.
Lamentar las divisions y buscar la unión no es “aspirar a la unidad del galápago, que lo reuniese todo bajo una misma y pesada concha institucional”.
El cambio de perspectiva desde el exclusivismo al diálogo “no pide ni puede pedir anular la misión. Debe simplemente llevar a una mutación en el modo y en el sentido de la misma…la misión brota de raíces profundamente antropológicas: somos humanos y debemos comunicarnos; somos finitos y debemos ayudarnos, enriquecernos y completarnos… toda experiencia religiosa auténtica tiende a expandirse y comunicarse…”
Y así un largo etcetera. Baste esta pequeña muestra para contrarrestar los malentendidos por los dos extremos de quienes interpretaron la obra de Torres Queiruga como relativismo larvado o como inclusivismo disimulado.
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id. (todas estas citas son del mismo artículo).
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