Breve meditación después de una lectura del Salmo 147,1-6
Cuando observo la sociedad en la que vivo, un continuo dolor punza mi corazón. Veo una sociedad compuesta de personas desterradas del mercado de trabajo, de sus casas, de un futuro esperanzador… Veo personas quebrantadas y heridas en su más profunda interioridad. Seguidamente recuerdo las palabras de Saulo de Tarso cuando haciendo referencia a la condición de su nación afirmaba: “tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón” (Rom. 9,1-2).
Sin embargo he de confesar que la tristeza y el dolor no me arredra a la hora de militar, junto a otros hombres y mujeres, en la tarea inconclusa de construir una sociedad mejor. Y es ahí cuando la fe en el Dios de Jesús de Nazaret acude en mi ayuda.
Y es que el espíritu de Jesús de Nazaret construye su pueblo. Un pueblo al que pertenecen todos los hombres y mujeres de buena voluntad que cultivan la opción existencial por la justicia. Y lo construye recogiendo a los desterrados, sanando a los quebrantados de corazón y vendando las heridas de aquellos que han sufrido la violencia estructural del sistema.
Y es por ello que la tristeza y el dolor que me acompañan van bañados de la esperanza en un mundo mejor cuyos “brotes verdes” veo en movimientos sociales y tradiciones religiosas progresistas que mediante la erosión del sistema ponen al descubierto que existen alternativas a la actual crisis que estamos experimentando. Alternativas que se tornan en una buena noticia para los desterrados, quebrantados y heridos por los poderes de este mundo –sean éstos seculares o religiosos-, y al envés se convierten en una mala noticia para “los mercaderes de la tierra” (Apo. 18,3).
Las innumerables víctimas que provoca el sistema “son consecuencia -en palabras de Enrico Malatesta en “Nuestro Ideario”- de la lucha entre las personas, de esa búsqueda del bienestar individual efectuada por cuenta propia y contra todos”, y su remedio o alternativa, siguiendo al mismo autor, es la sustitución del odio por el amor, la competencia por la solidaridad, la búsqueda exclusiva del propio bienestar por la cooperación fraterna para el bienestar de todos, la opresión y la imposición por la libertad, la mentira, cualquiera que sea su índole, religiosa o pseudocientífica, por la verdad.
La alternativa que propone Malatesta tiene rostro humano, y por ello totalmente asumible por aquellos y aquellas que nos sentimos inspirados por Jesús de Nazaret. Es una alternativa, reitero, que posibilita la edificación de un nuevo tipo de sociedad sin desterrados, sin quebrantados y sin heridos.
Tristeza, sí. Dolor, también. Pero ambos bañados de una esperanza que nos permite perseverar en la lucha, al modo de Jesús, por un mundo donde los humildes sean exaltados, y los soberbios despojados de todo aquello que fundamenta y sostiene su prepotencia.
Ignacio Simal Camps
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