«Cuando le llegó la vez a Simón Pedro, este le dijo: Señor, ¿vas a lavarme los pies tú a mí?… Pedro insistió: Jamás permitiré que me laves los pies»
Juan 13:6, 8
(La Palabra, Sociedad Bíblica de España, 2010)
Momentos antes de la fiesta de la Pascua, Jesús invitó a sus discípulos a celebrar la cena. Partió el pan y compartió el vino. Nada de extraño hizo Jesús hasta este momento. Todo trascurrió de acuerdo con las prácticas tradicionales del pueblo para el día de la gran fiesta. Lo desconcertante vino después, cuando Jesús se quitó el manto, buscó una toalla, echó agua en una palangana y comenzó a lavar los pies de los discípulos. Inesperado hasta el punto de que Simón Pedro estalló en reclamos y con firmeza le dijo al Maestro: Eso, a mí, ¡jamás!
Y razón tenía el discípulo, porque el Señor que había despertado tantas ilusiones de poder y de grandeza, ahora terminaba de rodillas ante ellos, asumiendo, por desdicha, el estatus de un esclavo. La imagen anhelada del Dios grande y poderoso se desplomaba ante la triste imagen de un pobre Dios, débil y servidor.
A Dios lo imaginamos invencible, omnipotente, sublime, todopoderoso y, por lo general, vestido como un rey inmarcesible. De allí que nos disguste el Dios demostrado muchas veces por Jesús: crucificado, débil, humilde, servicial y tierno.
A las palabras de Pedro, Jesús respondió con igual énfasis: «Si no me dejas que te lave, no podrás seguir contándote entre los míos» (Juan 13:8). Es decir, que el ejemplo que Jesús nos da como Maestro es el modelo que debemos encarnar como discípulos y discípulas.
«…pues quien dice que se precia de vivir unido a él, debe comportarse como se comportó Jesucristo» (1 Juan 2:6).
Para seguir pensando:
«Dios es el poder supremo que por tal puede llegar a ser debilidad suprema. Él se nos entrega como poder en debilidad, como omnipotencia suplicante ante el hombre para que le acoja en su tierra, en lugar de presentarse como la omnipotencia imperante o exigente contra él. Eso eran los
dioses; nunca el Dios cristiano. »
Olegario González de Cardenal (Teólogo español)
Vale que nos preguntemos:
Si hiciera el ejercicio de dibujar una imagen de Dios ¿qué rasgos incluiría? ¿De qué manera la imagen que tengo de Dios incide en la manera como sigo a Jesús y soy su discípulo o discípula.
Oración:
Dios servidor y humilde, que la imagen de Jesús arrodillado ante los discípulos me recuerde siempre de qué manera quieres que te siga. Hoy alabo la grandeza de tu debilidad y bendigo la magnificencia de tu servicio. Amén.
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