A los pocos días María emprendió el viaje y se fue de prisa a un pueblo en la región montañosa de Judea.Al llegar, entró en casa de Zacarías y saludó a Elisabet. Tan pronto como Elisabet oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre. Entonces Elisabet, llena del Espíritu Santo, exclamó:
— ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el hijo que darás a luz! Pero, ¿cómo es esto, que la madre de mi Señor venga a verme? Te digo que tan pronto como llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de alegría la criatura que llevo en el vientre.¡Dichosa tú que has creído, porque lo que el Señor te ha dicho se cumplirá! (Lucas 1:39-45 NVI)
El sacerdote contemporáneo Julián Zini canta el texto sagrado de hoy con ritmo folcklórico sudaméricano. En su canción «Dios familia» expresa con ritmo y pertinencia:
“Cada vez que nos juntamos siempre vuelve a suceder
Lo que le pasó a María y su prima la Isabel.
Ni bien se reconocieron, se abrazaron y su fe,
Se hizo canto y profecía casi, casi un chamamé.
Cada vez que nos juntamos, siempre vuelve a suceder,
Lo que dice la promesa de Jesús de Nazareth:
Donde dos o más se juntan, en mi nombre y para bien,
Yo estaré personalmente, con ustedes yo estaré
Y es que Dios es Dios familia, Dios amor, Dios trinidad.
De tal palo tal astilla, somos su comunidad»
Confrontados con la realidad que nos toca vivir: ¿Cómo experimentar la alegría de un tiempo nuevo en estas navidades en que tantas personas han sido marginadas del trabajo, de la vivienda, de la comunidad? ¿Cómo cantar esperanza y buenaventura en un tiempo con tantas dificultades, dolores, injusticias y sufrimientos de tanta gente?
Hoy todos hablan del cambio necesario para generar un mundo con lugar para todos y todas. Este tiempo árido de cambios reales es desde la fe un tiempo fecundo que llama a la esperanzas y anuncia un cambio no solo necesario, sino más aún, posible.
La bienaventuranza en la vida no proviene de la inexistencia de dificultades, sino de la certeza del alma que cree y que actúa por la gestación de un mundo nuevo. La esperanza de la joven María y de la anciana Isabel, es la esperanza de todas las personas que a lo largo de la historia han confiado en una nueva realidad posible, que surge precisamente en contextos de opresión y dificultades.
La esperanza nace de mujeres y varones, jóvenes y ancianas que se involucran activamente en la gestación de un tiempo nuevo. “Cualquier alma que cree, concibe y engendra al verbo de Dios” decía San Ambrosio. Ahí está la dinámica de de la fe saltando en el vientre del pueblo de la fe para que se sienta. Creemos, concebimos y engendramos un mundo nuevo para nuestra gente porque a eso nos ha llamado el Señor.
Engendrando los proyectos de Dios en el hoy histórico que nos toca vivir: encarnamos a Cristo nuevamente en medio de los dolores y las esperanzas de nuestra gente. En medio de las tinieblas de la vida, la luz de Cristo resplandece y los problemas y dificultades no pueden opacar la luz de éste nuevo tiempo (Cf. Juan 1:4-5)
El texto de hoy nos desafía a embarazarnos de los proyectos de Dios. La preñez, tan simbólica de nuestra realidad y de nuestras vivencias, llama a la comunidad a reflexionar sobre el proceso de espera, esperanza y advenimiento de un tiempo nuevo luchando por la preservación de la vida y anhelando un futuro mejor para las nuevas generaciones. Así como durante nueve meses María e Isabel esperaron, así hoy nosotros esperamos y acompañamos el proceso de gestación de un mundo nuevo que nace cuando encarnamos la justicia, la equidad, la inclusión y la solidaridad en las acciones cotidianas de personas, las instituciones y los gobiernos. Debemos preñarnos de esperanza y encarnar a Cristo y sus valores en el diario de la vida.
El cruce del tiempo litúrgico, la realidad social y el texto sagrado nos pone en el kairós de Dios para nuestra tierra: Hoy es el tiempo oportuno para anunciar esperanza y trazar sendas concretas de solidaridad con las madres que sufren violencia, con las adolescentes embarazadas, con l@s niñ@s abusad@s, con l@s pobres y con toda persona explotada, discriminada, sufriente o excluída de la vida.
¡Un tiempo nuevo ya se está gestando! “¡Dichos@ tú que has creído porque lo que el Señor te ha dicho: se cumplirá!”
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