Creer que la disputa sobre Dios es solo una lucha irracional donde se busca lograr que un ser imaginario juegue de nuestro lado, es tener muy corta la vista y dicha miopía en estos tiempos es muy peligrosa. No darnos cuenta que en el fenómeno religioso, seamos o no creyentes, se ponen en juego un montón de elementos que no solo dan sentido a nuestra realidad cotidiana, sino que también motorizan infinidad de sentimientos, acciones, que están presentes en el “inconsciente” occidental. Basta con notar que mucha de la mística religiosa cristiana sirvió en América Latina para motorizar algunas de las grandes revoluciones de nuestro continente. De verdad no darnos cuenta de esto es un “pecado”, por usar este mismo lenguaje, imperdonable para cualquier analista o militante social.
Sería demasiado extenso exponerlo acá, pero desde el uso de las metáforas bíblicas que hizo Marx[1] en sus textos, hasta la nueva aparición de la figura de San Pablo en filósofos contemporáneos como Agamben, Zizec, Badiou, entre otros, alcanza para darnos cuenta que la cuestión teológica supera por lejos las paredes de alguna iglesia en particular y se mete en lo político por todas partes, en todo momento y de muchas formas. No verlo sería en palabras del filósofo latinoamericano Dussel “un presupuesto Jacobino”.
Por todo esto hemos elegido dos teologías, no al azar, sino que muy por el contrario, dos teologías enfrentadas absolutamente, no solo en sus postulados teológicos, sino también en su orientación política y social. Todo esto no sería para nada curioso si no fuera por el hecho de que ambas teologías tan alejadas la una de la otra, encuentran su base en un mismo relato bíblico: “el éxodo de Egipto”. Ambas hacen del concepto de “libertad” su clave hermenéutica, pero por supuesto llegando a conclusiones y aplicaciones diametralmente opuestas la una de la otra.
Me estoy refiriendo a la Teología Latinoamericana de la liberación (TLL) y a lo que hemos llamado, ya que no sabemos de la existencia de este término aun, teología Libertaria (TL).
¿Teología que libera pero… ¿De qué? ¿A quiénes?
La teología de la liberación latinoamericana acaba de cumplir sus primeros cincuenta años, tomando como inicio del movimiento, el libro del sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez llamado “Teología de la liberación”. Pero bien sabemos gracias a la cantidad de años en su desarrollo que la Teología de la Liberación es un movimiento complejo, es decir con muchas variables, desde antes incluso de su inicio como tal. Muchos son los afluentes eclesiales, teológicos, bíblicos, que confluyeron para ir dando su inicio, como también varias son las corrientes internas que formaron y forman parte de ella hoy en día. Mucho hay ya escrito sobre esto por lo que no vamos a extendernos demasiado.
Si creo que vale la pena aquí, resaltar el hecho de que el éxodo bíblico es el corazón de dicha teología. El teólogo peruano lo dice así: “La memoria del éxodo impregna las páginas de la Biblia e inspira múltiples relecturas tanto en el antiguo como en el nuevo testamento”[2]. Estas relecturas de las que habla el teólogo católico tienen que ver con encontrar la dinámica del éxodo a lo largo de todo el texto bíblico, es decir, que en nuestras lecturas de la Biblia debemos encontrar un Dios que libera esclavos y los lleva a una vida plena, digna. Aun leyendo los evangelios y descubriendo las distintas acciones de Jesús nos vamos a encontrar con el esquema del Éxodo. De nuevo señala Gutiérrez: “El éxodo será la larga marcha hacia la tierra prometida, en la que se podrá establecer una sociedad, libre de la miseria y de la alienación.”[3]
Pero por otro lado, y como ya hemos sugerido viene surgiendo, o mejor dicho, haciéndose escuchar otro tipo de teología, que curiosamente también pone su base en el concepto de libertad, pero, sus conclusiones, sus postulados más esenciales son diametralmente opuestos a la teología de la liberación.
Nos estamos refiriendo a lo que hemos llamado aquí: “Teología Libertaria”.
El movimiento libertario, también llamado anarcocapitalista, viene teniendo un rol bastante protagónico en las últimas elecciones de muchos de los países de América Latina, sin dejar de mencionar también su triunfo en España desde el partido Vox.
Como todo movimiento social que busque calar hondo en las conciencias de las personas, no puede dejar de lado el aspecto teológico.
Esto lo vio muy bien Jesús Huerta de Soto[4] quien en una ponencia frente a economistas no duda en dar toda una charla sobre un tema teológico: “Anarquía, Dios y el Papa Francisco”[5] , él les dice a su audiencia: “Era muy importante que en el enfoque multidisciplinar de la Escuela Austriaca no olvidáramos la Teología […] la Teología también es un ámbito que no hay que olvidar y debemos desarrollar.” Por lo que parece que para estos nuevos movimientos de derecha[6] queda claro que el campo teológico es un campo a profundizar, desarrollar y dar a conocer sus formas de entenderlo. Es decir también lo teológico será ahora objeto de disputa desde estas nuevas derechas.
En Argentina un reciente electo diputado, Javier Milei, por un partido anarcocapitaista llamado: “La libertad avanza”, discutiendo en la cámara de diputados el presupuesto nacional, se animó a usar la metáfora bíblica del éxodo para señalar que los egipcios, para frenar el avance del pueblo judío, les impusieron impuestos, para luego terminar esclavizándolos, situación que llevó a que los judíos tuvieran que irse de Egipto, dando comienzo así a la experiencia “libertaria” del éxodo bíblico.[7] Podemos decir, en la lectura que hace Milei del Éxodo que hay un Estado, Egipto, que para oprimir, pone impuestos y un Dios que busca liberar de esa opresión a su pueblo, dándoles la libertad de ese Estado y llevándolos a una tierra en la que ya no habrá Estado, ni mucho menos impuestos.
No es la primera vez que este reciente diputado, en presentaciones públicas, cita diversos ejemplos bíblicos para fundamentar sus posturas económicas/ sociales. Es decir que hay todo un desarrollo teológico ya, hecho desde esta postura económica/ política.
Es interesante que Jesús Huerta de Soto se anime a afirmar en su charla, una y otra vez, que: “Dios es libertario” y que diga que esa es la base misma de su charla.
Cuando se le pregunta qué significa esto? Él dice:
“Libertario es aquel que ama la libertad, una e indivisible, del ser humano; sobre todo que defiende la libertad de empresa, la capacidad creativa del ser humano, el orden espontáneo del mercado y que aborrece la coacción institucional, sistemática y organizada de esas agencias monopolísticas de la violencia que conocemos con el nombre de Estado”.[8]
De aquí que Dios busque liberar de ese estado opresor (Egipto), que busca arruinar la vida de los judíos poniéndoles impuestos y así esclavizándolos. Será de esta idea de Dios que los libertarios se acercan al texto bíblico para leerlo y analizarlo.
Es muy interesante el hecho de que fue el mismo Jesús quien vez, tras vez, habló de “el Reino de Dios”, pero será el otro Jesús –el libertario Jesús Huerta– quien diga en su charla, usando la misma metáfora del Jesús galileo, que “el Reino de Dios” es lo más alejado a los reinos de este mundo:
“El Reino de Dios —que es justo lo contrario de los reinos de este mundo o Estados— jamás utiliza de manera sistemática la violencia y la coacción: es un reino que ya nos ha llegado y que, además, nos ha sido dado gratis, en un acto de inmensa misericordia y amor (Deus caritas est). Un Reino que además debe acabar con el desmantelamiento de los reinos de este mundo, de los Estados de este mundo, porque Dios es libertario y el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios.”
Por supuesto que para esta teología los Estados son “la encarnación del Demonio” y por lo tanto, ¿cuál debe ser nuestro accionar cada día? nos cuenta don Huerta:
“La respuesta es obvia: dedicar todo nuestro esfuerzo y energía, intelectual y física, todo nuestro ser, a desmantelar los Estados e impulsar el orden espontáneo de Dios, basado en el amor y en la cooperación voluntaria. Esto implica defender e impulsar la propiedad privada, la libertad de empresa, y el orden espontáneo del mercado”.
Buen podríamos preguntarle al Jesús Huerta si será entonces el libre mercado el paraíso al que debemos apuntar:
“Pero reconociendo que incluso lo que más disciplina a los malos es el mercado: porque el mercado nos obliga, en un entorno de cooperación voluntaria, a dialogar con el otro, a tratar de descubrir sus necesidades y a satisfacérselas pacíficamente; nos obliga a mantener una reputación si es que queremos que el día de mañana se siga comerciando con nosotros… […] Porque el mercado, como ya dijo clarísimamente el Papa San Juan Pablo II, es la mejor «cadena de solidaridad que se extiende progresivamente» y llega hasta los últimos confines del ser humano (Centesimus Annus, capítulo IV, nº 43, ter-cer párrafo)”.
Lo interesante aquí es que ambas teologías, tan alejadas la una de la otra partan del mismo presupuesto bíblico: “Dios busca la libertad de las personas” y que, para eso, sea el texto del Éxodo la base fundamental desde la cual leer el resto de la Escritura.
Después de todo esto será, como ya lo viera Walter Benjamin en la década del ‘20 del siglo pasado que el capitalismo es una religión. ¿Será entonces su Dios el mercado?
A diferencia del cristianismo que se expresa en la teología de la liberación, este Dios mercado busca sacrificios constantes para los cuales no hay forma alguna de redención, como dice el teólogo de la liberación argentino Néstor Miguez: “Todos debemos estar en deuda, estar en falta frente al Dios mercado, pues ese es el mecanismo de control social de este sistema religioso. Se podría decir que así como los esclavos eran sometidos por las cadenas, y el obrero del capitalismo industrial explotado por el salario, el consumidor del nuevo mercado global es atado por el plástico de la tarjeta, por la cadena de una deuda eterna”[9] y más adelante en esta misma obra señala: “Nada más antitético a la religión y la teología del mercado que la gratuidad: no hay mercado de lo gratuito. Pero en la idea de justicia que nos muestran los escritos bíblicos, especialmente de Pablo, la vida misma es fruto de la gratuidad divina. Cuando la ley marca el camino de la culpa y la muerte, la gratuidad restaura la centralidad de la vida (Rom 3,19-26) la redención que no tiene lugar en la religión capitalista. Por eso la libertad es el servicio del prójimo, como bien lo señala Pablo (Gál 5:13-15).”
La disputa sobre Dios nunca es inocente y los grupos libertarios lo saben muy bien, quizá tengamos que revalorizar los esfuerzos teológicos que se construyen para llevar una verdadera “buena noticia” al estilo de Jesús, donde la fiesta es gratuita y para todos, ambas características eran lo constante en ese Reino del que tanto le gustaba hablar al Maestro.
Los libertarios están llegando mucho a los más jóvenes, ya les regalamos las redes sociales como espacio de divulgación, por favor ¡No les entreguemos también la teología!
Pablo Vaamonde
[1] Ver Dussel, Enrique. Las metáforas teológicas de Marx. México, Siglo XXI
[2] GUTIÉRREZ, Gustavo; SECO, Lucas F. Mateo. Teología de la liberación. Lima: CEP, 1971. Pág. 208
[3] Ibid, pág. 206
[4] Verdadero referente de la escuela Austríaca de economía. Sus estudios son: Licenciatura en Economía, maestría en administración de negocios, doctor en ciencias jurídicas y doctorado en Economía.
[5] https://www.procesosdemercado.com/index.php/inicio/article/view/81/159
[6] Queda por fuera de este breve texto la relación que exista entre estos nuevos movimientos anarcocapitalistas y los viejos anarquistas, qué relación hay entre ellos es un tema de investigación que excede este breve análisis teológico.
[7] Esto se puede completo ver en youtube: https://youtu.be/rynN13kqLRg
[8] Ver cita 5.
[9] Ver: “El capitalismo como religión” en https://nestormiguez.com/
- Una disputa por Dios | Pablo Vaamonde - 24/01/2022