Posted On 06/03/2021 By In Biblia, portada With 1984 Views

Una dosis de sentido del humor para la homofobia | Juan Calvin Palomares

“No vas a volver a caminar”. No recuerdo esas palabras, tenía catorce años, estaba en la UCI y hacia diez días que había tenido un accidente de tráfico. Mi madre sí las recuerda, estaba presente, y me cuenta que lloré y grité. La relación entre el olvido y el recuerdo es muy importante para comprender nuestro proceso de salud y enfermedad. Al pintar un cuadro, un retrato, por ejemplo, se dibuja primero un rostro, luego se llena la tela de manchas y poco a poco se van añadiendo pinceladas mas gruesas. Las primeras capas de pintura quedan olvidadas, pero forman la estructura de lo que podemos ver. Lo visible e invisible también es importante en dicho proceso.

Al leer la Biblia, renunciado al literalismo que lastimosamente impera en tantas comunidades de fe (a las que amamos profundamente e invitamos a la reflexión), haremos bien en preguntarnos por lo olvidado y recordado, por lo visible e invisible, entre sus líneas. No se necesita para ello grandes conocimientos de hebreo o de griego, ni siquiera un máster en hermenéutica, pues hay un ingrediente fundamental que enriquecerá nuestras lecturas con ese punto de sal en las profundidades del sabor del olvido y del recuerdo, de lo visible y lo invisible: el sentido del humor.

El sentido del humor no deja de ser un sentir el humor. ¿Podemos sentir el humor de un texto sin que nuestro propio humor se mezcle con el mismo? No, ni sería deseable que nuestra propia vida dejara de nutrir la lectura. Leer con las emociones, captando aquello invisible entre líneas, como la ironía de la voz del profeta o del evangelista. La gramática sólo nos ofrece un sentido inespecífico, es el contexto del autor y del lector lo que llena de sentido las palabras. Sentir el humor del autor, atentos a nuestro propio sentir, y dejarnos sorprender por los giros que la ironía produce en el texto. La gran mayoría del contexto de un texto queda en el olvido, pero una parte se recuerda, se llena de vida, la cual brota de lo que está realmente vivo y es el lector. Las comunidades de fe llevan a la vida, por su vida, recordando, contextos olvidados, y estos nos ofrecen sanación.

No creo que haya un libro en la Antigüedad con una mordacidad tan aguda como la Carta a los Romanos de Pablo de Tarso. Sospecho que sin captar la ironía de su primer capítulo es difícil hacernos una idea del calado de la propuesta paulina. Es tan común que se emplee el primer capítulo de esta Carta para juzgar al prójimo, pero ¿se hace visible lo invisible en lo creado? ¿No hay excusa para la desobediencia? Y, sin embargo, si prestamos atención, nada es tan visible, ni tan claro, porque la revelación, el testimonio, no se ve, sino que se escucha. ¿Y que es lo que escuchamos?: “no juzgar”. Tremenda ironía, entre el ver y el escuchar, entre las obras y el testimonio, entre el ojo y la oreja… entre lo visible y lo revelado… si no hay excusa es para dejar de escuchar la historia del prójimo y si atendemos a ella, a la luz de la nuestra, ¿realmente nos atreveremos a juzgar a nadie?

Este texto no trata sobre este asunto, del juzgar o no juzgar (que merecería un análisis mucho más concreto que este), sino de leer desde nuestro sentido del humor. Sinceramente os invito a que juzguéis por vosotros mismos lo que Pablo intenta en este final del capítulo 1, y principio del 2, a los Romanos. Una lectura en la que dejemos que ese sentir el humor juegue su papel, que nuestro propio humor devuelva a la vida lo olvidado, y lo invisible se vuelva de nuevo visible. Leamos este texto de nuevo, una vez más, pero esta vez dejando que la ironía del autor reviva y esta sólo podrá cobrar vida con nuestra propia ironía.

Yo no puedo recordar mi dolor al decirme “no volverás a caminar”, pero sí puedo escuchar un testimonio vivo de quien vio aquello. Al mirar un cuadro no podemos ver el dibujo invisible que subyace en el fondo de este. Leamos como leamos Romanos 1 y 2 siempre quedará en el olvido y en lo invisible gran parte de su significado original. Y no tiene ninguna importancia, pues su poder para sanar se mantiene intacto. Atrevámonos a leer este texto en todo su poder salvífico, revivámoslo, ¿dejaremos que sus palabras llenas de sentido del humor nos sanen de nuestro odio, nos sanen de nuestra homofobia?

Este no es un texto sobre la homosexualidad (que merecería un análisis mucho mas concreto que este), sino una invitación al sentido del humor. Quizá teológicamente el amor entre personas del mismo sexo nunca fue, ni será, un asunto central, aunque me cuesta creerlo; pero lo que es seguro es que sí roza un asunto absolutamente capital: la gracia y amor incondicional de Dios. Un amor que entre nuestras rendijas como seres capaces de lo mejor y también de lo peor se nos revela en la más fina ironía a lo largo del texto bíblico. Sería llevar hasta el extremo decir que en cada línea de la Biblia se percibe un humor que enriquece sus enseñanzas, pero sí creo que el sentido del humor, sentir nuestro humor y preguntarnos por el humor del texto, es una actitud frente a la revelación digna de recuperar en nuestra lectura, en cada uno de esos pasajes que mantienen en lo olvidado e invisible un sentido a la espera de nuestro humor.

Juan Calvin Palomares

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