Posted On 28/01/2014 By In Biblia, Teología With 15199 Views

Una hermenéutica de la apropiación: Lectura del Salmo 23

La lectura, cuerpo a cuerpo del lector con el texto, se convierte en el lugar donde del texto se eleva una Palabra” (Daniel Marguerat)

En los esfuerzos teóricos recientes sobre la hermenéutica bíblica contemporánea ha quedado establecido con claridad y amplio consenso entre los estudiosos que “por más objetivos o neutros que queramos ser en nuestra interpretación de textos antiguos, siempre hay una relación íntima entre el lugar social del que lee y su interpretación de estos textos.[1]

Uno de los teólogos que más ha documentado y aprovechado los avances de la hermenéutica moderna y posmoderna, adecuándolos a sus propias innovaciones sobre hermenéutica intercultural es Hans de Wit, quien afirma que “Leer es también y siempre una práctica cultural dentro de la cual cultura, contexto, convenciones de lectura y comunidades interpretativas son co-determinantes. Dicho de otra manera: lo que se lee, el resultado del acto de lectura, lo que se “descubre” en el texto nunca es solamente producto de un salto atrás, un salto hacia la vida y contexto del autor histórico, sino está siempre y profundamente determinado por lo que el lector o la lectora es, por donde vive, por su biografía, por sus experiencias, en conclusión por lo que los filósofos alemanes Heidegger y después Gadamer llamaran la pre-comprensión (Vor-verständnis) del lector, de la lectora”.[2]

Las llamadas lecturas pragmáticas enfatizan la libertad del texto, uno de sus postulados centrales afirma que el texto siempre es más que su autor, que dicho texto puede ser re-contextualizado, leído dentro de un nuevo contexto, y mostrar su capacidad inagotable de iluminar lo que nunca fue visto por el autor original. Dichas lecturas se orientan de forma prioritaria, no hacia el autor, ni hacia el mensaje, sino hacia el lector; consideran el efecto del relato sobre el lector o la lectora, y el modo en que el texto les hace cooperar en el desciframiento del sentido.[3]

Este hecho deriva en una riqueza extraordinaria de interpretaciones potenciales sobre los textos bíblicos. Lectores actuales, en su acto de re-lectura, dan una nueva vida al texto, alargan su existencia, lo desanclan del pasado y lo revitalizan.[4]

Continúo con de Wit: “Casi todos los textos – los textos bíblicos en particular – no solamente quieren que exploremos lo que está detrás – su tras-fondo – y que los leamos históricamente, desde una postura histórica, crítica y científica, sino los textos bíblicos también quieren que honremos y exploremos ese primer plano, lo que textos proyectan hacia adelante. Eso implica que leer, como respuesta primaria a lo que está escrito, no es sólo explorar lo que el autor dijo sobre su propia situación, sino lo que él o ella pudo haber dicho sobre mí situación”.[5]

No se pueden separar los textos de una comunidad viva, cuando esto sucede los textos mueren lentamente. El texto existe, primariamente, gracias a la comunidad, para el uso de la comunidad y para orientar a la comunidad. Dicho de otro modo indica de Wit: “Si consideramos la relación del texto con su autor como trasfondo del texto, entonces es su relación con los lectores su primer plano. Y se debe ser consciente, así escribe Ricoeur con énfasis, que el primer plano supera al trasfondo.[6]

Paul Ricoeur precisa lo que implica la apropiación de un texto como un ejercicio de intersubjetividad con é, de desdoblamiento a partir de lo que se nos dice, la posibilidad de ser transformados en un encuentro fecundo de transparencia, ir con preguntas y salir con más preguntas, pero transformado, es siempre un proceso donde al final hay ganancia y el inicio de un ciclo virtuoso interminable. Cito a Ricouer: “Lo que finalmente me apropio es una propuesta de mundo; ésta no está detrás del texto, como lo estaría una intención oculta, sino delante de él, como lo que la obra despliega, descubre, revela. Desde ese momento, comprender es comprenderse delante del texto. No imponer al texto la propia capacidad finita de comprender, sino exponerse al texto y recibir de él un yo más vasto, que sería la propuesta de existir respondiendo de la manera más apropiada a esa propuesta de mundo”.[7]

Daniel Marguerat ha descrito con maestría la relación lector-mundo-texto y las consecuencias teológicas para el lector asociadas a tal proceso de apropiación: “Si interpretar significa para el lector refigurar su mundo a partir del mundo del texto, se puede comprender aquí el sentido de la palabra «actuar»: la narración le propone actuar la trama del texto en la de su propia existencia a la manera del músico que actúa tocando una partitura. En este encuentro entre la trama del relato y la trama de su vida, el texto ofrece al lector la posibilidad de modificar su trama personal; en una palabra, le ofrece convertirse en otro. El evangelio tiene una palabra para describir este movimiento: «conversión»”.[8]

A continuación quisiera proponer un breve ejercicio de “apropiación” de una porción bíblica muy apreciada en el mundo evangélico. Dicho ejercicio está enmarcado por los contextos de violencia en los que vivimos los latinoamericanos, en este caso específico el maltrato y las violaciones a los derechos humanos de los hermanos y hermanas centroamericanos que pasan por México en su viaje rumbo a los Estados Unidos de Norteamérica en busca del “sueño americano”. Devastadoramente buscando el “sueño americano” encuentran los panteones mexicanos. Es una de nuestras persistentes vergüenzas nacionales.

El ejercicio hermenéutico es plasmado como una entrevista hipotética al autor del Salmo, un autor contemporáneo, latinoamericano, con una situación vital marcada por la tragedia y la esperanza. El deseo es poner de manifiesto una aproximación al texto desde el primer plano, desde la apropiación de un lector de dicho texto. Si leer, diría Severino Croato, es “producir sentido”, leer es también producir el texto de una forma creativa, como acto poético, reconstruirlo y preguntarse por la intención del autor ya no en el más allá, sino en la intención del nuevo autor desde el más acá.

1. Gracias por la entrevista, ¿cuál es su nombre?

Teódulo Martínez Campos.

2. ¿De dónde es originario?

De la República del Salvador.

3. ¿Qué edad tiene?

47 años.

4. ¿Por qué está usted en México?

Voy de paso con mi familia a los Estados Unidos de Norteamérica, allá viven mis hermanos. Somos una familia de emigrantes. La situación en mi país es triste, las tierras que tenemos no sirven para sembrar, hay hambre, no hay oportunidades para nuestros hijos, no hay trabajo, y solo nos queda buscarlo fuera de nuestra tierra.

Uno abandona a los hijos y a la parentela por amor, para ofrecerles un poco más de lo que uno recibió, que es casi nada, para no morir acá es necesario ir a morir a otra parte, por no tener nada hay que abandonarlo todo.

5. ¿Por qué escribió el Salmo?

Iba de viaje pasando por Veracruz en un tren alque llamamos “La Bestia”; llevábamos dos días de camino desde que ingresamos a México; una noche un grupo de hombres vestidos de negro y encapuchados, detuvieron el tren, tenían armas, dijeron que eran autoridades policiales, bajaron como a 30 personas, entre ellos había niños y mujeres, algunos ancianos; pero yo digo que no eran autoridades porque comenzaron a golpearnos con toletes, con palos, con los rifles, bajándonos violentamente del tren con gritos e insultos.

Amenazaron al maquinista para que pusiera el tren en marcha y a los que nos bajaron nos pusieron de rodillas y nos quitaron el poco dinero que llevábamos, la ropa, cualquier cosa que pudiera considerarse valiosa, y nos hicieron caminar. El jefe -supongo que lo era porque daba las órdenes- indicó que pidieran los rescates y que el que no pagara se lo “cargaba su madre”.

Nos llevaron caminando por una brecha en el monte, a oscuras; hacía frío; no habíamos comido, nadie llevaba comida ni agua. Llegamos a una propiedad con un caserón viejo y nos metieron ahí. Nos ataron las manos en la espalda, nos tiraron al suelo y nos pidieron teléfonos de familiares en nuestro país o en Estados Unidos. Les llamaban y les pedían dinero por nosotros y amenazaban con matarnos  Al que no tenía un numero de contacto, si era varón lo golpeaban hasta casi dejarlo inconsciente, cuando reaccionaba le ofrecían trabajar para los mafiosos, como sicario o “burrero”,[9] a los que se negaban los mataban allí mismo, a veces a golpes, si bien les iba de un disparo. Si eran mujeres y no tenían contactos las llevaban a otro cuarto y las violaban entre todos. Solo se oían los gritos, el llanto y la risa de los abusadores; si tenían niños, a algunos se los llevaban para que vieran la agresión contra su madre.

En mi caso no tengo familiares con teléfono en ninguna parte de mi país, en Estados Unidos mis hermanos no contestaban a las llamadas, me golpearon tanto que creyeron que estaba muerto, me dejaron tirado en el patio entre montones de basura y cadáveres de los demás asesinados.

Mientras estaba esperando las llamadas me dieron ganas de imaginarme alguna cosa; siempre hago algo en mi mente cuando tengo tiempo, y lo que me vino fue ese salmo, esas ideas y sensaciones.

6. ¿Nada le ha faltado?

He vivido con muchas limitaciones, la lucha diaria para llevar un mendrugo de pan al fogón, pero está uno vivo, y como sea llega el pan a la mesa, después de todo el sufrimiento que he visto me siento afortunado, con lo que se me ha concedido.

Cuando escapé del rancho donde nos tuvieron, conocí unas mujeres que compartieron un poco de tortillas y frijoles, una me regaló unos zapatos, uno de los jornaleros del pueblo me preguntó si sabía trabajar el campo; me llevó a trabajar un par de días para que tuviera algo de dinero para seguir el viaje; yo sabía que darme trabajo a mí era quitárselo a él, pero comprendí que era Dios actuando en mi vida y en la suya; me dejaron dormir en un patio, en una hamaca; así pude reponerme contacté de nuevo con  la familia para proseguir la marcha.

7. ¿Por qué los pastos y las aguas?

En el campo salvadoreño, a veces iba a trabajar a la ordeñas, a los ranchos y me gustaba ver al ganando en los potreros, cómo están apacibles, es como si el tiempo se detuviera. Cuando mi cuerpo estaba tundido por el dolor y pensé que iba a morir, recordé momentos gratos de mi vida pasada, mi infancia en esos campos, viendo al ganado, siguiéndolo, experimentado un poco de la tranquilidad que sentían; recordarlo me hacía sentir de algún modo tranquilo frente a la incertidumbre que se nos venía encima. 

8.     ¿Se siente usted confortado?

Sé que Dios es fiel. Eso me basta. Lo demás sería un exceso. El confort es un estado del alma. Me siento en calma, reposado por mí, pero triste por todos aquellos que fueron muertos o vejados, deben estar en mis oraciones.

9.     ¿Por qué los caminos de justicia?

Cuando uno está expuesto a tales niveles de maldad y pecaminosidad no le queda más que apelar a la justicia, a que se nos permita ser justos para no dañar a nadie en formas tan terribles e inhumanas. No hay palabras que describan el terror que se acumula, los ojos de una madre ante sus hijos siendo mancillada, el dolor de un niño que no entiende por qué vive algo así, el padre que ve como le matan al único hijo en su presencia y que nada puede hacer. Eso necesita justicia, senderos de justicia para todos.

10. ¿No tuvo temor en el valle de sombra de muerte?

Siempre hay temor, lo que pasa es que cuando uno es consciente de que Dios va delante, que nos cuida pese a todo, el temor es manejable, no es un temor absoluto, sino que solo se percibe un cierto riesgo, una cierta aproximación de lo que nos puede dañar y se encienden todas nuestras alertas, pero sabemos en el fondo que algo nos puede ayudar, por eso la afirmación.

11. ¿Tuvo aliento enfrente de la muerte?

No le temo a la muerte, tengo certeza de la resurrección, me causa nostalgia no ver a los que amé una vez más. Es una profunda tristeza no ver el mundo, pero alienta saber que en la fe que tenemos hay esperanza de que algo mejor irrumpirá y que nos reencontraremos en la nueva creación. Eso es alentar la vida.

12.  ¿Morar en la casa de Dios y comer con él?

Soy un buen anfitrión. Para nosotros los centroamericanos, la mesa es el centro de la casa, compartir el pan es un vínculo cercano, uno de los momentos que más disfruto. Si hay algo que me gustaría hacer si estoy con Dios frente a frente sería comer con él, compartir la mesa, platicar, preguntarle, gozarle, si es en su casa, en su morada, mejor, porque me sentiría acogido, ya que él siempre ha estado en la mía.

13. ¿Algo más que le gustaría agregar?

Tengo muy pocas certezas en la vida, muy poco conocimiento, solo estudie por cachitos en la escuela nocturna, pero algo si sé: El Señor es mi Pastor y como buen Pastor siempre está al pendiente de mí, de nosotros, de todos. Eso es suficiente.


[1] Hans de Wit y Edgar Antonio López, Lectura intercultural de la Biblia en contextos de impunidad en América Latina, religión, religión, cultura y sociedad, No. 3X, Facultad de Teología Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia, ISBN: 978-958-716-607-1, 2013.

[2] Idem, pg 103

[3] Daniel Marguerat e Yvan Bourquin, Como leer los relatos bíblicos, Sal terrae, Santander, 1998.

[4] Hans de Wit,  pg 104

[5] Ibidem

[6]  Ibidem, pg 105

[7] Ricouer, Paul, Del texto a la acción, FCE, Buenos aires, 2001.

[8] Op Cit, Marguerat, pg 239

[9] Burrero es un término coloquial aplicado a quien transporta droga a granel para cruzarla por la frontera o trasladarla a los sitios de venta.

Ezra Viveros Soto
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