Posted On 09/03/2020 By In Opinión, portada With 1799 Views

Una mujer puede aprender, pero no enseñar | Isabel Pavón

Hay varones que se dedican a enseñar en las diferentes congregaciones. En estos encuentros, ya sean gratis o por mediación de pago, están admitidas las mujeres. Ellas estudian los mismos temas que ellos, hacen los mismos ejercicios e intervienen en los mismos debates. En el caso de hacer exámenes, igual que los hombres sacan sobresalientes en las diferentes materias. No obstante, algunos de estos maestros, incongruentemente, están en contra de que las mujeres enseñen a otros adultos. Sí se les permite enseñar a los más pequeños, discriminando a estos también, como queriendo dar a entender que pueden aprender de una mujer mientras llegan a la edad juvenil.

Cuando las mujeres están formadas en estudios teológicos no se les permite que transmitan esos conocimientos, esconden su verdadero sentir y dicen que es Dios quien lo prohíbe. Me pregunto qué sentido tiene, cuál es el fin de enseñarles si después no pueden compartir con los demás lo que han aprendido. Son discriminadas, se ven amordazadas ante los fieles y si alguien no está de acuerdo, mira para otro lado para no señalarse.

Me consta que cuando algunos de estos «patriarcas» que menciono asisten a algún acto y ven que la que enseña o predica es una mujer, se salen fuera. Prefieren esperar en la calle, ya sea con frío o con calor, a que termine para que ninguna de sus palabras les entre en los oídos y les confunda la sana doctrina.

¿Por qué tanto temor? ¿O será desprecio a la obra de Dios en el género femenino? ¿Cómo puede alguien enseñar primero y marcharse después si, por ejemplo, una de sus alumnas comparte las enseñanzas que él mismo le impartió?

Hay creyentes que se saben un par de versículos de memoria sacados de contexto para afianzarse en contra de sacar a la luz los dones de las mujeres y olvidan aprenderse otros que están a favor.

En el sobre de un azucarillo leí ayer la siguiente frase atribuida a Platón: El que aprende y aprende y no practica lo que sabe, es como el que ara y ara y no siembra. Aquí se describe bien el sentido de lo que quiero expresar aunque yo lo redactaría de la siguiente manera: La que aprende y aprende y no puede practicar con otros lo que sabe, es como la que desea arar y arar para sembrar y no puede porque hay quienes le ponen cercas al campo para que no entre.

Isabel Pavón
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