Posted On 09/10/2010 By In Opinión With 1327 Views

Una paz complicada, difícil y necesaria

Ha comenzado una ronda nueva de negociaciones de paz entre el Estado de Israel y la Autoridad Palestina. Y como respuesta a esos esfuerzos, los sectores más escépticos han declarado el fracaso seguro de los diálogos; mientras que los más optimistas de ambas sociedades, al analizar estas conversaciones, se muestran sobrios, cautelosos, prudentes…

En esta ocasión, sin embargo, el ambiente es diferente al que caracterizaba los esfuerzos anteriores. De un lado, una gran crisis económica mundial ha afectado adversamente las economías de los países que apoyan a ambas naciones. En los Estados Unidos y la Unión Europea, las dificultades fiscales han tambaleado los sistemas fiscales, hiriendo las posibilidades de aumentar las ayudas. Además, una administración demócrata en Casa Blanca se ha dispuesto a incentivar con vigor los acuerdos de paz, pues la continuación de este conflicto en el Oriente Medio es un factor adverso para los intereses estadounidenses. Y en Rusia y las Naciones Unidas la situación económica no es diferente, y al unísono claman por la firma de acuerdos de paz sostenibles y justos.

A esas dinámicas internacionales, debemos añadir que los últimos años han visto una reducción marcada de los enfrentamientos y las manifestaciones violentas en Israel y Palestina. Y aunque la Guerra en Gaza terminó abruptamente con los diálogos de paz anteriores, y las acciones de los grupos radicales de ambos bandos, que se oponen tenazmente no solo a los diálogos de paz sino al reconocimiento y el respeto de ambas sociedades, los atentados suicidas se han detenido y las muertes de civiles han disminuido considerablemente.

En esta ocasión lo que seriamente dificulta y complica las conversaciones de paz es que se van a tratar asuntos de importancia capital y de complejidad extrema. Una mirada al mapa general de Israel y el futuro estado palestino, revela que las fronteras generales ya están casi delimitadas y aceptadas. En conversaciones previas se habían establecido los linderos más importantes, aunque para lograr acuerdos que respondieran a la seguridad de Israel, la realidad de los asentamientos y las necesidades de sustentabilidad palestinas, se necesitaron hacer intercambios de terrenos y concesiones de importancia.

Los desafíos mayores en la actualidad se relacionan con el estatus final de Jerusalén, el derecho al retorno de miles de familias palestinas desplazadas por las guerras, la presión que ejercen los grupos judíos ortodoxos y ultra-ortodoxos sobre el gobierno israelí, y los llamados a la violencia de varios grupos palestinos, entre los que se encuentra Hamás.

Los intereses nacionales de todos los grupos se adelantan con un acuerdo de paz justo y digno, pues preparará el camino para el progreso económico y político de Palestina, y propiciará la seguridad del Estado de Israel, que es un componente no negociable en el proceso. Y para entender este último punto, basta señalar que es Israel uno de los pocos estados en el mundo que está amenazado con el exterminio, y esa sola posibilidad hace que cada decisión israelí sea sopesada y reflexionada de forma cuidadosa, más de una vez, antes de tomar alguna decisión final de importancia.

Una palabra adicional es necesaria en torno a este asunto: Tanto las comunidades israelíes como las palestinas están cansadas de las confrontaciones y los conflictos. Ya se notan las marcas sociales del desgaste anímico y las frustraciones políticas que generan los diálogos infructuosos de paz. En esta ocasión no se debe permitir a ningún grupo extremista boicotear estos diálogos, ni se deben detener estas conversaciones aun en medio de condiciones que distan mucho de ser las ideales, particularmente en términos de confianza y respeto mutuo.

Esta nueva ronda de negociaciones promete ser crucial, esperemos ahora que produzca la paz sustentable y perdurable que se fundamenta en la justicia que todos anhelamos.

 Ha comenzado una ronda nueva de negociaciones de paz entre el Estado de Israel y la Autoridad Palestina. Y como respuesta a esos esfuerzos, los sectores más escépticos han declarado el fracaso seguro de los diálogos; mientras que los más optimistas de ambas sociedades, al analizar estas conversaciones, se muestran sobrios, cautelosos, prudentes…

En esta ocasión, sin embargo, el ambiente es diferente al que caracterizaba los esfuerzos anteriores. De un lado, una gran crisis económica mundial ha afectado adversamente las economías de los países que apoyan a ambas naciones. En los Estados Unidos y la Unión Europea, las dificultades fiscales han tambaleado los sistemas fiscales, hiriendo las posibilidades de aumentar las ayudas. Además, una administración demócrata en Casa Blanca se ha dispuesto a incentivar con vigor los acuerdos de paz, pues la continuación de este conflicto en el Oriente Medio es un factor adverso para los intereses estadounidenses. Y en Rusia y las Naciones Unidas la situación económica no es diferente, y al unísono claman por la firma de acuerdos de paz sostenibles y justos.

A esas dinámicas internacionales, debemos añadir que los últimos años han visto una reducción marcada de los enfrentamientos y las manifestaciones violentas en Israel y Palestina. Y aunque la Guerra en Gaza terminó abruptamente con los diálogos de paz anteriores, y las acciones de los grupos radicales de ambos bandos, que se oponen tenazmente no solo a los diálogos de paz sino al reconocimiento y el respeto de ambas sociedades, los atentados suicidas se han detenido y las muertes de civiles han disminuido considerablemente.

En esta ocasión lo que seriamente dificulta y complica las conversaciones de paz es que se van a tratar asuntos de importancia capital y de complejidad extrema. Una mirada al mapa general de Israel y el futuro estado palestino, revela que las fronteras generales ya están casi delimitadas y aceptadas. En conversaciones previas se habían establecido los linderos más importantes, aunque para lograr acuerdos que respondieran a la seguridad de Israel, la realidad de los asentamientos y las necesidades de sustentabilidad palestinas, se necesitaron hacer intercambios de terrenos y concesiones de importancia.

Los desafíos mayores en la actualidad se relacionan con el estatus final de Jerusalén, el derecho al retorno de miles de familias palestinas desplazadas por las guerras, la presión que ejercen los grupos judíos ortodoxos y ultra-ortodoxos sobre el gobierno israelí, y los llamados a la violencia de varios grupos palestinos, entre los que se encuentra Hamás.

Los intereses nacionales de todos los grupos se adelantan con un acuerdo de paz justo y digno, pues preparará el camino para el progreso económico y político de Palestina, y propiciará la seguridad del Estado de Israel, que es un componente no negociable en el proceso. Y para entender este último punto, basta señalar que es Israel uno de los pocos estados en el mundo que está amenazado con el exterminio, y esa sola posibilidad hace que cada decisión israelí sea sopesada y reflexionada de forma cuidadosa, más de una vez, antes de tomar alguna decisión final de importancia.

Una palabra adicional es necesaria en torno a este asunto: Tanto las comunidades israelíes como las palestinas están cansadas de las confrontaciones y los conflictos. Ya se notan las marcas sociales del desgaste anímico y las frustraciones políticas que generan los diálogos infructuosos de paz. En esta ocasión no se debe permitir a ningún grupo extremista boicotear estos diálogos, ni se deben detener estas conversaciones aun en medio de condiciones que distan mucho de ser las ideales, particularmente en términos de confianza y respeto mutuo.

Esta nueva ronda de negociaciones promete ser crucial, esperemos ahora que produzca la paz sustentable y perdurable que se fundamenta en la justicia que todos anhelamos.

 Ha comenzado una ronda nueva de negociaciones de paz entre el Estado de Israel y la Autoridad Palestina. Y como respuesta a esos esfuerzos, los sectores más escépticos han declarado el fracaso seguro de los diálogos; mientras que los más optimistas de ambas sociedades, al analizar estas conversaciones, se muestran sobrios, cautelosos, prudentes…

En esta ocasión, sin embargo, el ambiente es diferente al que caracterizaba los esfuerzos anteriores. De un lado, una gran crisis económica mundial ha afectado adversamente las economías de los países que apoyan a ambas naciones. En los Estados Unidos y la Unión Europea, las dificultades fiscales han tambaleado los sistemas fiscales, hiriendo las posibilidades de aumentar las ayudas. Además, una administración demócrata en Casa Blanca se ha dispuesto a incentivar con vigor los acuerdos de paz, pues la continuación de este conflicto en el Oriente Medio es un factor adverso para los intereses estadounidenses. Y en Rusia y las Naciones Unidas la situación económica no es diferente, y al unísono claman por la firma de acuerdos de paz sostenibles y justos.

A esas dinámicas internacionales, debemos añadir que los últimos años han visto una reducción marcada de los enfrentamientos y las manifestaciones violentas en Israel y Palestina. Y aunque la Guerra en Gaza terminó abruptamente con los diálogos de paz anteriores, y las acciones de los grupos radicales de ambos bandos, que se oponen tenazmente no solo a los diálogos de paz sino al reconocimiento y el respeto de ambas sociedades, los atentados suicidas se han detenido y las muertes de civiles han disminuido considerablemente.

En esta ocasión lo que seriamente dificulta y complica las conversaciones de paz es que se van a tratar asuntos de importancia capital y de complejidad extrema. Una mirada al mapa general de Israel y el futuro estado palestino, revela que las fronteras generales ya están casi delimitadas y aceptadas. En conversaciones previas se habían establecido los linderos más importantes, aunque para lograr acuerdos que respondieran a la seguridad de Israel, la realidad de los asentamientos y las necesidades de sustentabilidad palestinas, se necesitaron hacer intercambios de terrenos y concesiones de importancia.

Los desafíos mayores en la actualidad se relacionan con el estatus final de Jerusalén, el derecho al retorno de miles de familias palestinas desplazadas por las guerras, la presión que ejercen los grupos judíos ortodoxos y ultra-ortodoxos sobre el gobierno israelí, y los llamados a la violencia de varios grupos palestinos, entre los que se encuentra Hamás.

Los intereses nacionales de todos los grupos se adelantan con un acuerdo de paz justo y digno, pues preparará el camino para el progreso económico y político de Palestina, y propiciará la seguridad del Estado de Israel, que es un componente no negociable en el proceso. Y para entender este último punto, basta señalar que es Israel uno de los pocos estados en el mundo que está amenazado con el exterminio, y esa sola posibilidad hace que cada decisión israelí sea sopesada y reflexionada de forma cuidadosa, más de una vez, antes de tomar alguna decisión final de importancia.

Una palabra adicional es necesaria en torno a este asunto: Tanto las comunidades israelíes como las palestinas están cansadas de las confrontaciones y los conflictos. Ya se notan las marcas sociales del desgaste anímico y las frustraciones políticas que generan los diálogos infructuosos de paz. En esta ocasión no se debe permitir a ningún grupo extremista boicotear estos diálogos, ni se deben detener estas conversaciones aun en medio de condiciones que distan mucho de ser las ideales, particularmente en términos de confianza y respeto mutuo.

Esta nueva ronda de negociaciones promete ser crucial, esperemos ahora que produzca la paz sustentable y perdurable que se fundamenta en la justicia que todos anhelamos.

 Ha comenzado una ronda nueva de negociaciones de paz entre el Estado de Israel y la Autoridad Palestina. Y como respuesta a esos esfuerzos, los sectores más escépticos han declarado el fracaso seguro de los diálogos; mientras que los más optimistas de ambas sociedades, al analizar estas conversaciones, se muestran sobrios, cautelosos, prudentes…

En esta ocasión, sin embargo, el ambiente es diferente al que caracterizaba los esfuerzos anteriores. De un lado, una gran crisis económica mundial ha afectado adversamente las economías de los países que apoyan a ambas naciones. En los Estados Unidos y la Unión Europea, las dificultades fiscales han tambaleado los sistemas fiscales, hiriendo las posibilidades de aumentar las ayudas. Además, una administración demócrata en Casa Blanca se ha dispuesto a incentivar con vigor los acuerdos de paz, pues la continuación de este conflicto en el Oriente Medio es un factor adverso para los intereses estadounidenses. Y en Rusia y las Naciones Unidas la situación económica no es diferente, y al unísono claman por la firma de acuerdos de paz sostenibles y justos.

A esas dinámicas internacionales, debemos añadir que los últimos años han visto una reducción marcada de los enfrentamientos y las manifestaciones violentas en Israel y Palestina. Y aunque la Guerra en Gaza terminó abruptamente con los diálogos de paz anteriores, y las acciones de los grupos radicales de ambos bandos, que se oponen tenazmente no solo a los diálogos de paz sino al reconocimiento y el respeto de ambas sociedades, los atentados suicidas se han detenido y las muertes de civiles han disminuido considerablemente.

En esta ocasión lo que seriamente dificulta y complica las conversaciones de paz es que se van a tratar asuntos de importancia capital y de complejidad extrema. Una mirada al mapa general de Israel y el futuro estado palestino, revela que las fronteras generales ya están casi delimitadas y aceptadas. En conversaciones previas se habían establecido los linderos más importantes, aunque para lograr acuerdos que respondieran a la seguridad de Israel, la realidad de los asentamientos y las necesidades de sustentabilidad palestinas, se necesitaron hacer intercambios de terrenos y concesiones de importancia.

Los desafíos mayores en la actualidad se relacionan con el estatus final de Jerusalén, el derecho al retorno de miles de familias palestinas desplazadas por las guerras, la presión que ejercen los grupos judíos ortodoxos y ultra-ortodoxos sobre el gobierno israelí, y los llamados a la violencia de varios grupos palestinos, entre los que se encuentra Hamás.

Los intereses nacionales de todos los grupos se adelantan con un acuerdo de paz justo y digno, pues preparará el camino para el progreso económico y político de Palestina, y propiciará la seguridad del Estado de Israel, que es un componente no negociable en el proceso. Y para entender este último punto, basta señalar que es Israel uno de los pocos estados en el mundo que está amenazado con el exterminio, y esa sola posibilidad hace que cada decisión israelí sea sopesada y reflexionada de forma cuidadosa, más de una vez, antes de tomar alguna decisión final de importancia.

Una palabra adicional es necesaria en torno a este asunto: Tanto las comunidades israelíes como las palestinas están cansadas de las confrontaciones y los conflictos. Ya se notan las marcas sociales del desgaste anímico y las frustraciones políticas que generan los diálogos infructuosos de paz. En esta ocasión no se debe permitir a ningún grupo extremista boicotear estos diálogos, ni se deben detener estas conversaciones aun en medio de condiciones que distan mucho de ser las ideales, particularmente en términos de confianza y respeto mutuo.

Esta nueva ronda de negociaciones promete ser crucial, esperemos ahora que produzca la paz sustentable y perdurable que se fundamenta en la justicia que todos anhelamos.

 

Dr Samuel Pagan

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