Introducción
En el año 2004 iba con mi familia (tenemos 3 hijos) y observamos en la puerta de nuestra casa como un adolescente iba golpeando a una niña de unos 14 años. Inmediatamente intervinimos y tratamos de que dejara de hacerlo. Seguimos con el coche y volvimos a parar para confrontar al joven y le dijimos a la niña si quería que la acompañáramos a casa y que tratara de buscar a alguien que la quisiera y respetara como persona. Para nuestra sorpresa, nos dijo que no nos preocupáramos, que estaba bien y que no hacía falta nuestra ayuda. No sé qué habrá ocurrido con esa pareja de adolescentes, pero lo dramático es que la violencia de género no se circunscribe a la edad adulta, sino que se manifiesta de una forma abierta en las parejas más jóvenes y entre los adolescentes. Tampoco se circunscribe a niveles bajos de la sociedad, sino que en las capas altas también existe; incluso, en las sociedades más avanzadas.
Según el estudio de la Unión Europea sobre violencia de género,[1] se calcula que 3,7 millones de mujeres en la UE experimentaron violencia sexual durante los últimos 12 meses previos a las entrevistas de la encuesta. Una de cada 20 mujeres ha sido violada desde los 15 años de edad. Un 33% ha sufrido violencia física o sexual y solo un tercio denuncia las agresiones. Según el mismo informe, una de cada cinco mujeres españolas de más de 15 años (un 22%) ha sufrido violencia física o sexual y de éstas, solo una quinta parte ha denunciado las agresiones graves.
Veamos algunas frases de maltratadores que han seguido una terapia: “Ella no me hace caso y no puedo aguantar que tenga una opinión diferente a la mía”; “son problemas de pareja; “todos se pelean”; “se me fue la mano, lo normal, como todos”; “hay que poner a las mujeres en el lugar que les corresponde”; “ella quería cambiar de trabajo, pero a mí me parecía bien el que tenía”; “después no sé qué pasó, la golpeé y le puse un ojo morado”.
1. Violencia de género: Mujeres maltratadas
La violencia de género es una agresión a la integridad personal de la mujer, ya sea física o psicológica, producida por un hombre que pierde el control y siente un impulso desbordante para dañar a la otra persona, sobre la base mental de que le pertenece y tiene derecho sobre ella.
En muchas ocasiones, los celos están detrás de la agresión; en otras, es el alcohol o problemas mentales (20%); en otras, la mentalidad machista; en otras, la frustración ante los obstáculos de la vida; en otras, malos tratos en la infancia (33%)…
Tiene que ver con la manifestación de un instinto primitivo, bajo la ley del más fuerte. De la misma forma que entre los animales rige esta ley, en el ser humano se hace, también, patente.
2. Tipos de violencia en la pareja
– Violencia física: No es la primera en manifestarse. Normalmente, viene al final del proceso, cuando la mujer ya ha sido herida en todas las áreas de su vida. Empujones, golpes, bofetadas, patadas, uso de objetos contundentes…
– Violencia sexual: La violación, la satisfacción de los deseos del hombre, al entender la relación sexual como un derecho más que como una expresión de amor hacia el otro. La relación sexual no es vista como cosa de dos, en libertad, sino como una obligación.
– Violencia verbal: Insultos, gritos, acoso…
– Violencia emocional: Amenazas, infundir miedo, desprecio… Frases como: “Sin mí no eres nada”, “qué vas a hacer si te marchas”, “eres una inútil”, “quién te va a querer”, “no tienes amigos”…
No hace mucho tiempo oía en la radio a una mujer que había sufrido malos tratos y le preguntaban qué le había hecho más daño, si la violencia física o la psicológica. Fríamente dijo: “puedo aguantar golpes y una paliza, pero una depresión no se la deseo a nadie”.
3. Dinámica de la violencia de género
La violencia está acompañada de gestos, miradas, posturas que, en ocasiones, dicen más que las propias acciones. Veamos cómo se inicia y se desarrolla:
– Distanciamiento y frialdad en la relación. El diálogo se circunscribe a lo básico, la comunicación no existe, la rutina se ha adueñado del hogar.
– Menosprecio: “Tú no sabes…”, “qué mal te expresas”, “a ver si aprendes”, “todo te sale mal”, “déjame a mí, que tú no puedes…”. La mujer va sintiendo que cada vez vale menos, nunca escucha palabras de aliento o apoyo hacia sus iniciativas; tampoco hay reconocimiento hacia lo que hace.
– Desprecio: “Eres una inútil”, “no vales para nada”, “solo sirves para la cama y, a veces, ni siquiera para eso”, “sal de aquí, no te quiero ni ver”, “me das asco”…
– Insultos: “puta”, “zorra”, “guarra”…
– Humillación: Poner a la otra persona en evidencia delante de los amigos y familiares, tenerla como a una esclava, desnudarla sin consentimiento, abuso, violación…
– Anulación: La voluntad de la mujer se va conformando para evitar conflictos. Así, la tristeza se apodera de ella, le falta vitalidad, alegría, hasta el punto de pensar que es su destino y que no puede hacer nada; incluso, es posible que considere que se lo merece por algo que haya hecho. Toda su vida gira en torno a su marido.
– Amenaza: “Te voy a dejar”, “te quitaré a los niños”, “te daré una paliza”, “soy capaz de matarte”, “si le dices algo a alguien, te corto en pedazos…”. El miedo toma el control de la mujer, y eso es paralizante.
– Aislamiento: Se intenta aislar a la mujer de su familia, de sus amigos, de su entorno; incluso, intentará que no vuelva a su trabajo, porque la independencia económica es un factor de falta de control para el agresor. Su círculo de relación es el marido y los hijos. Su hábitat se circunscribe a la casa. El dominio por parte del hombre es cada vez mayor.
– Agresión: Primero son apretones con las manos, después, bofetadas, golpes en la cabeza (que no dejan huella), todo ello acompañado de gritos, coacción y amenazas. Empujar a la persona hacia la ventana y amenazar con tirarla, coger un cuchillo y acercarlo al cuello; de momento, solo se busca provocar miedo intenso, pero el terreno ya es sumamente peligroso. No hay vuelta atrás.
– Violencia: palizas, sangre, muerte.
La dinámica de la violencia de género va de lo psicológico-emocional (desprecio, humillación…) a lo social (aislamiento) para terminar en lo físico (agresión).
En muchas de estas fases, el agresor trata de “compensar” el mal, sobre todo en los primeros estadios: pide perdón, minimiza el daño causado, hace regalos, cede algo de terreno, suaviza el tono… Pero no nos engañemos, da un paso atrás, para poder saltar más lejos.
4. Psicología de la violencia de género
Hay varias teorías que tratan de dar una explicación al fenómeno de la violencia:
4.1 Teorías innatistas
Freud definía la agresión como “una disposición instintiva innata y autónoma del ser humano”. La cultura será la que reprima las manifestaciones espontáneas de la agresión.
La Etología describe la agresión como un proceso en el que se va acumulando energía, de manera que un mínimo estímulo hace que se desencadene la agresión (es como la gota que colma el vaso). Es como un globo, que se va llenando de aire; una mínima cantidad de aire más lo hace explotar. Así, dominan los más fuertes.
También han surgido las propuestas biológicas. En los experimentos realizados con todo tipo de animales se ha comprobado que administrando hormonas masculinas se potencia la agresividad.
Los niños son más agresivos que las niñas en las edades estudiadas: 3 a 6 años y 7 a 10.
La androgenización prenatal aumenta la conducta agresiva en todas las especies estudiadas, incluyendo a los primates.
Los machos de muchas especies son amansados por la castración. Esto ha provocado muchos estudios, pero hay deficiencias metodológicas en estos trabajos, sin grupos de control en las investigaciones, por lo que no son concluyentes.
Se han hecho estudios con presos que correlacionan niveles de testosterona con antecedentes de delitos violentos. Se ha concluido que los niveles altos de testosterona están más bien relacionados con la dominación sobre otros; en este caso, la inteligencia y la cultura son elementos que favorecen el control de la agresividad.
Otro estudio, con monos, reveló que el alcohol aumentaba su conducta agresiva sólo si se les administraba testosterona; sin embargo, este tratamiento no fue efectivo en los monos subordinados (no manifestaban agresividad).
En este sentido, podemos concluir que el nivel de hormona masculina, junto con la inteligencia, la educación, la cultura y la socialización son elementos a tener en cuenta para el control de la agresión.
4.2 Teoría de la frustración
Simplificando, esta teoría propone que la persona traza un objetivo y cuando surge un obstáculo que interfiera la consecución de dicho objetivo aparece la frustración que culmina en la conducta agresiva.
No obstante, algunos estudios han revelado que ante un obstáculo podía aparecer apatía, más que agresión.
Por ejemplo, en consonancia con un entorno claramente machista, el hombre “agresivo”, que desea tener la cena a punto cuando llega a casa para ver el partido de su equipo favorito (objetivo), y ve que todo está patas arriba, los niños sin acostar (obstáculo)…, le genera frustración y manifestará agresividad ante la situación (¿quién es responsable en este caso? La esposa). Además, socialmente se “puede” justificar, ya que a alguien que no hace las cosas bien hay que aplicarle un castigo.
En otros casos, el varón no tolera que la mujer le supere en algunas cosas, como inteligencia, habilidades sociales, cultura… Esto representa una amenaza (frustración) para él y se mostrará agresivo.
4.3 Teorías del Aprendizaje Social
La agresión es una conducta aprendida que se rige por los principios del aprendizaje (refuerzos).
Un ejemplo: un niño pequeño pide un dulce a sus padres en el supermercado. La respuesta de los padres es “no”. El niño empieza a portarse mal y vuelve a pedir la golosina, y se le dice “no”. Finalmente, el niño, enfadado (frustración), empieza a dar patadas y a gritar; los padres, avergonzados, para no oírlo más, le conceden su deseo y le compran el chupachup (refuerzo). El niño ha aprendido que si se muestra agresivo, conseguirá lo que quiera.
Veamos otro ejemplo, en las relaciones sociales: si observamos que los jóvenes más agresivos son los más exitosos con las chicas (refuerzo), generará un modelo a imitar. En los años 70, era típico para los jóvenes ir al cine a ver películas de Bruce Lee (kárate); era curioso observar cómo al salir del cine todos iban dando patadas al aire y haciendo gestos que habían visto. Se aprende por imitación de modelos.
Si la conducta agresiva de una persona no recibe castigo, sino aplauso social (refuerzo), se transferirá a situaciones sociales nuevas.
Es posible elicitar fuerte agresividad en un niño exponiéndole a modelos agresivos con éxito y recompensando intermitentemente una conducta agresiva.
Las teorías de la agresión son importantes porque, sabiendo el origen y los mecanismos que la rigen, se pueden encontrar modelos que permitan detectar y reorientar el impulso agresivo.
En mi opinión, todas estas teorías confluyen y pueden aportar sentido a la violencia de género. El impulso es interno y depende de cada persona, el grado de tolerancia a la frustración y las condiciones de aprendizaje de la persona son factores determinantes. Esto nos da muchas pistas para aprender cómo tratar la violencia doméstica.
5. El experimento
La agresión y la violencia están muy relacionadas con los mecanismos de poder. ¿En cuántos casos de violencia, agresión, guerras…, el deseo de poder y control sobre los demás, ha estado presente? Pensemos, por ejemplo, en una simple pelea en el colegio: alguien ha querido imponer sus reglas en el juego; el terrorismo: alguien decide matar a otros semejantes si se hace caso omiso a sus ideales políticos; la guerra: alguien quiere aumentar su control y hegemonía.
En las relaciones domésticas ocurre algo similar. Los padres pueden ejercer violencia sobre los hijos (psicológica, verbal o física) porque tienen poder sobre ellos. El marido (o novio) puede ejercer violencia contra la esposa (o novia), porque piensa que tiene derecho sobre ella. El deseo de control sobre la vida de la otra persona lleva a la agresión y a la violencia. El agresor piensa que tiene derecho a ser obedecido.
Hay una película (El experimento), basada en un hecho real, que relata un experimento que se hizo hace algunos años: se selecciona a personas mediante un anuncio de prensa para participar en él; a los seleccionados se les hace una serie de pruebas y entrevistas para ver si son aptos para participar en él y se les paga 4000 marcos alemanes por 2 semanas. Se simula una cárcel y parte del grupo tiene que ejercer de guardias y la otra de presos. A los “guardias” se les instruye para que mantengan el control, pero sin ejercer ningún tipo de violencia, mientras que a los “reclusos” se les solicita que obedezcan a los guardianes de la “prisión”. La trama es muy interesante porque revela cómo los mecanismos de poder van haciendo acto de presencia y, en tan solo 36 horas, los guardias ya manifiestan agresividad. Finalmente, aparecen la violencia, el intento de violación y el asesinato (2 personas muertas); el experimento termina de forma dramática en 5 días, con pérdida de control por parte de los directores del estudio que fueron procesados.
Mientras que no terminemos con el concepto de posesión en las relaciones familiares, la violencia seguirá existiendo y continuaremos oyendo que el número de víctimas por violencia doméstica sigue aumentando. Por ello, considerar al otro como un igual, que no me pertenece, que es libre para decidir su propio destino, me prepara psicológicamente para controlar los mecanismos de la frustración y canalizarlos para solucionar los conflictos familiares dentro de las coordenadas de la tolerancia y el respeto mutuo.
6. Algunas ideas finales
1) Es necesario aceptar que el otro no me pertenece, sino que es un igual con plena dignidad personal.
2) Es conveniente aprender a detectar las fases de la violencia de género y, ante las primeras manifestaciones, buscar apoyo.
3) La mujer ha de entender y aceptar que no es responsable de la agresividad de su cónyuge.
4) Si se llega a las fases de agresión, hay que denunciar y buscar protección.
5) Las terapias de reestructuración cognitiva para los maridos agresivos deberían ser imprescindibles.
6) No hay que “aguantar” la violencia “por los hijos”. Ellos también están pagando el precio de la agresión al contemplar un modelo de familia que no les beneficia en nada.
7) Es necesario que el Estado invierta en investigación científica sobre los mecanismos de la violencia para buscar tratamientos más eficaces que permitan a las mujeres “sobrevivir” sin estar atenazadas por el miedo y la amenaza.
8) Para aquellos que son cristianos, cuando Dios creó a la mujer y al varón, los hizo iguales y a los dos les encargó la responsabilidad de administrar y gobernar la tierra. Esto después derivó en la explotación, abuso y dominio por parte del más fuerte (el varón); pero, si deseamos ser fieles a la Escritura, el respeto a la dignidad del cónyuge es respeto a Dios. Por lo tanto, hemos de huir del ejercicio de poder y dominación en el seno de la iglesia y de la familia cristiana, y promover un modelo más acorde con la Comunidad de Jesús, fundamentada en la igualdad y en la libertad.
[1] El estudio ha sido publicado el 5-3-2014.