Posted On 19/07/2024 By In Cultura, Ética, Política, portada, Sociología With 575 Views

Y la política entró en la Iglesia. Jerry Falwell y la mayoría moral | Alfonso Ropero

 

Y LA POLÍTICA ENTRÓ EN LA IGLESIA
Jerry Falwell y la Mayoría Moral

 

Se puede decir que la historia de Jerry Falwell (1933-2007) es la historia de un triunfador. En 1956, a la edad de 22 años, fundó la Thomas Road Baptist Church en Lynchburg (Virginia) con 35 miembros. Pocos meses después comenzó a emitir sus sermones por television en the Old-Time Gospel Hour / La hora del Evangelio de antaño. La congregación comenzó a crecer en número hasta convertirse en una de las primeras megaiglesia de miles de miembros. En 1967 fundó la Lynchburg Christian Academy, y unos años después, en 1971, la Liberty University, considerada una de las universidades cristianas más grandes del mundo y una de las universidades privadas más grandes de los Estados Unidos en cuanto a número total de estudiantes matriculados. La fundación de estas instituciones educativas obedece a su convicción de que las escuelas públicas enseñan principios contrarios al cristianismo, que conducen a la incredulidad, la desobediencia civil, el socialismo y las drogas, que le acompañará toda la vida.

«Debemos revertir la tendencia en la que se encuentra Estados Unidos hoy. Los jóvenes de entre veinticinco y cuarenta años han nacido y crecido en un mundo diferente al de los estadounidenses de años pasados. El televisor ha sido su principal niñera. Del televisor han aprendido la ética y la inmoralidad de las situaciones: han aprendido a perder el respeto por la vida humana. Han aprendido a faltarle el respeto a la familia tal como Dios la ha establecido. Han sido educados en un sistema de escuelas públicas impregnado de humanismo secular. Se les ha enseñado que la Biblia es simplemente otro libro de literatura. Se les ha enseñado que no existen absolutos en nuestro mundo actual. Han sido introducidos a la cultura de las drogas. Han sido criados por la familia y la escuela pública en una sociedad que carece en gran medida de disciplina y formación del carácter. Estos mismos jóvenes han sido criados bajo la influencia de un gobierno que les ha enseñado el socialismo y el bienestarismo. Se les ha enseñado a creer que el mundo les debe la vida, trabajen o no»[1].

Creo que los estadounidenses quieren que este país regrese a lo básico, continuaba diciendo, a los valores, a la moralidad bíblica, a la sensibilidad y al patriotismo. Los estadounidenses buscan liderazgo y orientación, y él se prestó a realizar esas funciones en calidad de predicador:

 «Como predicador del Evangelio, no sólo creo en la oración y la predicación, también creo en la buena ciudadanía. Si un sindicato en Estados Unidos tiene derecho a organizarse y mejorar sus condiciones laborales, entonces creo que las iglesias y los pastores, los sacerdotes y los rabinos de Estados Unidos tienen la responsabilidad, no sólo el derecho, de velar por que el clima moral y la conciencia de los estadounidenses de tal modo que esta nación puede sanarse interiormente. Si se cura interiormente, entonces se curará a sí mismo exteriormente»[2].

Historiadores del personaje han observado que mientras Billy Graham predicaba un evangelio de redención, Falwell se veía a sí mismo como un mariscal de campo en una batalla cósmica entre Dios y Satanás. En una ocasión dijo que Satanás: «ha movilizado sus fuerzas para destruir Estados Unidos negando la ética judeocristiana, secularizando nuestra sociedad y devaluando la vida humana mediante la legalización del aborto y el infanticidio»[3].

En un principio Falwell no pensaba que la política tuviera algo que ver con su ministerio pastoral. Como tantos otros evangélicos conservadores tendían a mantener la política secular lejos del templo santo. Por eso, durante muchos años, en su calidad de pastor y prominente tele-evangelista, Falwell predicó contra la unholy alliance o alianza impura de política y evangelio. La iglesia y la política no se mezclan, tal era el principio aceptado por la mayoría de los evangélicos en aquella época. Sin embargo, sus actitudes, prácticas y posicionamiento representaban una toma de postura política muy determinada, y ejemplarmente nada cristiana. Por ejemplo, durante las décadas de 1950 y 1960, Falwell predicó e hizo campaña contra los de derechos civiles de los negros defendidos por Martin Luther King, de quien dijo:

«Cuestiono la sinceridad y las intenciones no violentas de algunos líderes de derechos civiles como el Dr. Martin Luther King Jr., el Sr. James Farmer y otros, que son conocidos por tener asociaciones de izquierda… Es bastante obvio que los comunistas, como lo hacen en todas partes del mundo, se están aprovechando de una situación tensa en nuestro país y están explotando cada incidente para provocar violencia y derramamiento de sangre»[4].

Sus opiniones llenas de prejuicios llegaron a lo sumo cuando en 1985 llamó al ganador del Premio Nobel de la Paz y arzobispo anglicano Desmond Tutu, un farsante «en lo que respecta a representar al pueblo negro de Sudáfrica».

Falwell se opuso también a la eliminación de la segregación racial de los sistemas escolares públicos por parte del gobierno federal de Estados Unidos[5]. La Lynchburg Christian Academy (más tarde Liberty Christian Academy) fundada por él, fue descrita en 1966 por Lynchburg News como «una escuela privada para estudiantes blancos».

Muy ingenioso, recomendó a los sindicatos obreros a pretar más atención a la Biblia que al materialismo: «Los sindicatos deberían estudiar y leer la Biblia en lugar de pedir más dinero. Cuando las personas están bien con Dios, son mejores trabajadores»[6].

Tanto desde el púlpito como en su programa Old-Time Gospel Hour, Falwell habló abiertamente sobre diversos temas políticos y sociales al tiempo que predicaba su peculiar manera de entender el evangelio. Fue especialmente crítico con la educación pública y los medios de entretenimiento por ser hostiles a los valores cristianos y por promover el «humanismo secular». Llegó incluso a abogar por la eventual eliminación de las escuelas públicas:

«Espero vivir para ver el día en que, como en los primeros días de nuestro país, no tengamos escuelas públicas. Las iglesias se habrán apoderado de ellos nuevamente y los cristianos los dirigirán»[7].

 

La fe de un presidente

La elección a la Presidencia de EE.UU. de Jimmy Carter, el primer presidente evangélico confeso y activo, supuso un cambio de percepción en el mundo evangélico. Carter, bautista del sur, insistió en que la fe debería desempeñar un papel importante en las decisiones políticas; conceptualizó la política como un vehículo para hacer avanzar el reino de Dios en la tierra con el que aliviar el sufrimiento y la desesperación humanos en una escala que magnifica infinitamente lo que un individuo solo podría hacer[8]. Típicamente evangélico, Carter no dejaba de enfatizar la necesidad de nacer de nuevo, de hecho, él puso de moda los born again (nacidos de nuevo)[9]. Pese a esto, sus ideas políticas progresistas no gustaron a muchos evangélicos tradicionales, sobre todo las que tenían que ver con los derechos humanos y la cuestión de la pobreza. Recuerdo a misionero estadounidense en España, Zaragoza concretamente, que afirmaba que EE.UU. necesitaba un hombre fuerte, no un hombre débil como Carter con su política de promoción de la paz en el mundo. Lo sorprendente es que Carter no pretendía otra cosa que seguir el ejemplo de Cristo y llevarlo a la política, algo que, aparte de su realismo político o no, debería haber recibido la aprobación de los cristianos americanos. Como escribe Gary Scott Smith, Carter se esforzó como presidente por adoptar la actitud y el enfoque de un siervo, a semejanza de su Señor. Sus posiciones sobre varios temas, en particular el aborto, la oración escolar y los créditos fiscales para la matrícula, estaban en desacuerdo con las de muchos evangélicos y católicos. «El compromiso cristiano de Carter es especialmente evidente en sus esfuerzos por fortalecer a las familias, reducir la pobreza, reformar el bienestar, combatir la crisis energética del país y frenar el crecimiento de la población mundial»[10].

Los bautistas contribuyeron con sus votos a su victoria en las primarias, pero los fundamentalistas en bloque se negaron a votar porque consideraban que el Estado no debía interferir en la libertad religiosa y, en cualquier caso, había poco que elegir entre Carter y su oponente, el presidente Ford, en cuestiones sociales. Carter apoyó la prohibición de utilizar los medios de la asistencia médica pública para realizar abortos, pero se opuso a una enmienda constitucional contra el aborto, que Ford apoyó[11].Otro punto combatido por Carter, y muy sensible en su época, fue la discriminación racial, a la que siempre se opuso, hasta el punto de ser tildado de «maldito amante de negros». Carter recibió el mismo insulto racial cuando se hizo cargo de la granja de cacahuete de su familia en el sur de Georgia durante la era de Jim Crow cuando se negó repetidamente a unirse a un grupo segregacionista llamado Consejo de Ciudadanos Blancos a pesar de las amenazas de boicotear su negocio de cacahuetes[12]. Además de esto, muchas instituciones evangélicas de enseñanza eran discriminatorias, como la Universidad Bob Jones de Carolina del Sur, que justificó sus políticas con referencias bíblicas[13].

«La mayoría de los conservadores evangélicos [de la derecha religiosa] eran sureños blancos que comenzaron a votar en contra de los demócratas debido a los derechos civiles»[14].

El propio Jerry Falwell admitió que no había sido «lo suficientemente cristiano» para darse cuenta de que era racista durante la protesta por los derechos civiles de los negros[15].El apoyo de la administración Carter al feminismo y los derechos de los homosexuales también alienó a los conservadores, incluso si la cuestión de las escuelas cristianas era un asunto primordial. Los fundamentalistas decían temer que Dios castigara a Estados Unidos por permitir tan horrendo pecado. Falwell citó el Salmo 9:17, que dice: «Los impíos serán trasladados al infierno, y todas las naciones que se olvidaron de Dios»[16]. El senador del estado de California, John Briggs presentó la «Proposición 6» en las elecciones de noviembre de 1978, proponiendo despedir a todos los profesores «que admitan públicamente ser homosexuales o que promuevan la homosexualidad». Robert Grant, uno de los padres de la Derecha Cristiana, y Gary Jarmin consiguieron el apoyo de pastores de más de 500 iglesias, en su mayoría fundamentalistas, para formar la American Christian Cause[17]. Carter pidió a todos que votaran en contra de la Proposición 6, lo que según algunos arrojaba graves dudas sobre la credibilidad de su confesión de haber nacido de nuevo al asociarse con el lado de la perversión moral y la maldad homosexual[18].

Carter siempre se negó a ajustar sus creencias para ganarse el favor de sus correligionarios evangélicos. «Mientras otros se inclinaban hacia la derecha religiosa, Carter abogó por la atención sanitaria universal, propuso recortes en el gasto militar y denunció el código fiscal como un programa de bienestar para los ricos», escribió Betsy Shirley, editora de la revista Sojourners, en una reseña del libro de Carter sobre la fe[19].

Walter Mondale, quien fue vicepresidente durante el gobierno de Carter, recordó en una entrevista que cuando los asesores le dijeron a Carter que moderara sus políticas para preservar su popularidad, él se negó. Carter pagaría un precio político por su idealismo. Los evangélicos conservadores blancos votaron decisivamente por Reagan en las elecciones presidenciales de 1980. Estos votantes no sólo le dieron la espalda a Carter, sino que también le dieron la espalda a parte de su propia tradición. Las palabras de su discurso de despedida presidencial reflejan muy bien lo que estamos diciendo:

«La batalla por los derechos humanos –en el país y en el extranjero– está lejos de terminar. … Si queremos servir como faro de los derechos humanos, debemos continuar perfeccionando aquí en casa los derechos y valores que defendemos en todo el mundo: una educación decente para nuestros hijos, atención médica adecuada para todos los estadounidenses, el fin de la discriminación. contra las minorías y las mujeres, un trabajo para todos aquellos que puedan trabajar y libertad frente a la injusticia y la intolerancia religiosa»[20].

Como alguien ha dicho, Carter fue el último de una raza moribunda de políticos blancos progresistas, protestantes, un cristiano con la capacidad de mantenerse firme en la fe, pero tolerante con los movimientos sociales y religiosamente no autoritario en sus políticas. Carter supo articular una corriente progresista del cristianismo estadounidense en defensa de los ideales liberales, la igualdad racial y la justicia social, una corriente que casi ha sido olvidada desde entonces[21].


La política de Mayoría Moral

A medida que la población evangélica crecía en número y dejaba de ser un movimiento rural, marginados como parte de la subcultura estadounidense, sus dirigentes se dieron cuenta de la capacidad numérica que tenían a su disposición para influir en la sociedad estadounidense. Como dijo Pat Robertson: «Tenemos suficientes votos para gobernar el país…, vamos a hacernos cargo»[22]. Así que dejaron a un lado su «neutralidad» política para involucrase de una manera creciente en la acción política, que consistía básicamente en la defensora del «libre mercado» y algunas cuestiones morales. Para 1980 Falwell era plenamente consciente de que podían intervenir en política activa de un modo que se hiciera sentir. Reunió a un amplio espectro de líderes religiosos que nunca antes se habían sentado alrededor de una mesa para desayunar, para discutir cómo podrían organizarse para perseguir un objetivo común, concretamente político.

Por su parte, los políticos, tanto republicanos como demócratas, se daban cuenta de la creciente influencia evangélica en la opinión popular, de modo que fueron ellos, los políticos, los que comenzaron a cortejar a los pastores. En 1978 los líderes de la Nueva Derecha ya se habían acercado a Falwell para ofrecerle su respaldo si estaba dispuesto a usar sus habilidades para encabezar una organización política nacional que vinculara a los evangélicos conservadores con el Partido Republicano. Falwell estuvo de acuerdo y utilizando sus conexiones con otros pastores de la denominación Baptist Bible Fellowship dio lugar a la formación de Moral Majority/Mayoría Moral, que se convirtió en uno de los mayores grupos de presión políticos de los evangélicos conservadores en los Estados Unidos durante la década de 1980. Para las elecciones de 1980, que enfrentaban a Ronald Reagan con Jimmy Carter, Falwell afirmó haber movilizado hasta cuatro millones de evangélicos previamente apolíticos, que dieron la victoria a Reagan[23]. Algunos observadores cuestionaron esa cifra, pero, cualquiera que fuera el total, Falwell ciertamente fue la figura clave para movilizar inicialmente al gran cuerpo de activistas que con el tiempo transformarían el Partido Republicano y la política estadounidense en general.

Según Jimmy Carter, el grupo encabezado por Jerry Falwell gastó 10 millones de dólares en comerciales en la radio y la televisión del Sur para tildarlo de traidor al Sur y de haber dejado de ser cristiano. La administración Reagan legitimó las opiniones de los conservadores evangélicos en muchas cuestiones, especialmente la defensa de la opción pro-vida y el apoyo a cuestiones pro-familia.

Con el tiempo Falwell y sus partidarios se sintieron descontentos con la falta de compromiso de los líderes republicanos con las cuestiones sociales. Falwell y muchos otros miembros de la llamada derecha cristiana estaban convencidos que el Partido Republicano les debía gran parte de su éxito en la década de 1980, y se quejaban que ahora les estaban pagando con ingratitud. Con todo, la derecha cristiana no ha dejado de ejercer una fuerte influencia en la política conservadora republicana[24]. Aunque el peso de la Mayoría Moral cayó drásticamente después de los escándalos sexuales de finales que involucraron a dos tele-evangelistas populares: Jim Bakker y Jimmy Swaggart, hasta la desintegración de la formación de Falwell, el testigo fue tomado por Pat Robertson con su fundación de Christian Coalition/Coalición Cristiana, con todo, la influencia de Mayoría Moral pervivió en la persona del hijo del fundador, Jerry Falwell Jr., quien en julio de 2017 fue llamado por el entonces presidente Donald Trump para presidir el grupo de trabajo sobre reforma educativa de la Casa Blanca[25]. (El 24 de agosto de 2020, Falwell hijo renunció a Liberty University a raíz de un «escándalo sensacionalista» relacionado con el sexo)[26].

 

El enemigo comunista

Generalmente, aparte de las cuestiones morales, los evangélicos conservadores no tienen ideas políticas formadas en el escrutinio, el estudio y el diálogo, ni bíblico ni histórico, pero a todos ellos les une un rechazo visceral de cualquier cosa o idea que suene a comunismo. Esto no resulta extraño, Estados Unidos es una nación peculiar, como hizo notar en su día Alexis de Tocqueville, para quien en este país se dio la sorprendente y maravilloso combinación de «espíritu de religión y espíritu de libertad»[27]. Habida cuenta de la negación de la democracia debido a la «dictadura del proletariado» (más exactamente del politburó) y de la criminalización y persecución de la religión en los países social-comunistas, no podía concebirse un sistema político más contrario al espíritu estadounidense. Si a ello se une el interés de ambos bloques —comunista y capitalista— de extender sus ideales por todo el mundo, el enfrentamiento era inevitable. Es lo que sucedió en todo ese período que va del fin de la Segunda Guerra Mundial hasta la caída del Muro de Berlín, conocido como Guerra Fría, con momentos muy calientes[28].

Falwell aprovechó esta coyuntura político-social para arremeter contra líderes cristianos que no eran de su agrado por motivos bien distintos a la política. En 1965 Martin Luther King encabezó una manifestación por los derechos civiles desde Selma hasta Montgomery (Alabama), y Falwell, aprovechó la ocasión para predicar un sermón donde sugirió que King era comunista, sabiendo la carga negativa que significaba esta insinuación. «Los predicadores —dijo también—no están llamados a ser políticos sino a ser ganadores de almas», lo cual quedaba muy bien cara a sus feligreses. Falwell todavía no había fundado la Mayoría Moral, ese baluarte político de la derecha cristiana. Diez años después, Falwell organizó manifestaciones I Love America en 141 ciudades en un esfuerzo por «traer a Estados Unidos de vuelta a Dios». El 4 de julio de 1976, dijo a sus seguidores que «esta idea de que “religión y política no se mezclan” fue inventada por el diablo para impedir que los cristianos gobernaran su propio país». Por eso no fue una sorpresa que en 1980 repudiara como «falsa profecía» su postura anterior contra la mezcla de religión y política. «Todas las cuestiones morales que importan hoy están en el ámbito político», dijo Falwell.  Además de su pretensión de salvar almas individuales, como bien ha estudiado Stephen Prothero, profesor de religión en la Universidad de Boston[29], a quien seguimos en esta sección, Falwell ahora estaba comprometido a salvar el alma de la nación, impidiendo que la creciente marea de permisividad y decadencia moral aplastara la sociedad americana. Pero Falwell no sólo estaba enviando señales a los estadounidenses para que volvieran a la moral bíblica y al patriotismo, también estaba instando a los ciudadanos a oponerse al tratado SALT II, ​​a los sindicatos de docentes y a la Administración de Salud y Seguridad Ocupacional, y a apoyar el capitalismo, Israel, las armas nucleares y una enmienda presupuestaria destinada recortes de impuestos y aumentos masivos en el gasto militar. «El sistema de libre empresa está claramente descrito en el Libro de Proverbios de la Biblia», dijo Falwell, sin reparar ni un solo instante en todas esas leyes del Antiguo Testamento destinadas a poner una barrera a la codicia de los reyes, los ricos y poderosos contra los menos afortunados de la comunidad israelita: viudas, huérfanos, enfermos, extranjeros… Y todas esas leyes que obligaban al «empresario» israelita a dejar una parte de su cosecha, el rebusco y el espigeo, para los más pobres, a las que hay que sumar las leyes promulgadas sobre el descanso sabático, que también incluía los animales y el Año del Jubileo, que el «estado» debía velar para que se cumplieran, bajo pena grave.

Cuando Reagan dijo que «el gobierno no es la solución a nuestro problema, el problema es el gobierno» —un lema muy común en los dogmáticos neoliberales actuales—, todos los evangélicos dijeron, dando la espalda a la enseñanza bíblica: «Amén y amén», y cuando Pat Robertson llamó al gobierno «enemigo público número uno», se unieron al coro del credo neoliberal. El 22 de agosto de 1980 el televangelista James Robison pronunció un fogoso llamado de atención frente a quince mil evangélicos entusiastas en un mitin en Dallas a favor de Reagan. «Estoy harto y cansado de oír hablar de todos los radicales, pervertidos, liberales, izquierdistas y comunistas que salen del armario —dijo—. Es hora de que el pueblo de Dios salga del armario».

Muchos de líderes evangélico-conservadores se inspiraron en los libros, conferencias y películas populares del pensador evangélico Francis Schaeffer. Schaeffer, que se oponía por motivos bíblicos al «uso no compasivo de la riqueza acumulada», estaba a la izquierda de la Mayoría Moral en muchas cuestiones económicas y medioambientales, pero su argumento de que el Dios de la Biblia llama a los cristianos a involucrarse en todos los aspectos de la vida humana influyó en muchos cristianos conservadores para hacer estallar sus burbujas espirituales y meterse en política. Si no hubiera sido por Francis Schaeffer, confesó Falwell, yo habría sido pastor sin más resonancia fuera del templo. «Él fue quien me empujó fuera del ring y me dijo que me pusiera los guantes»[30].

Como este tema es extenso y complejo, volveremos a él en próximos artículos, de momento, para que no se entienda como una pieza de historia religiosa circunscrita al espacio estadounidense del pasado, baste señalar su relevancia y actualidad universal, tanto misionera como testimonial, cuando pensamos la influencia que esa forma de evangelicalismo ha tenido en todo el mundo de habla española, América Latina y España en su totalidad, misionado casi exclusivamente por pastores y evangelistas estadounidenses educados en instituciones conservadoras que, al tiempo que han llevado el mensaje del evangelio a los pueblos, han introducido juntamente con él su manera particular de entender el cristianismo, volcada hacia una versión combativa, no dialógica, del evangelio, y tendenciosamente partidaria de una sola versión política y económica: la derecha y el neoliberalismo, con una lenguaje tendente a demonizar al contrario. Cualquier otra opción política es tildada sin más de enemiga, y no digamos cuando es abiertamente progresista. Al supuesto mensaje evangélico se añade el dogma de la política conservadora, con tintes antidemocráticos y recelosa de los Derechos Humanos, como si fuese una coartada de los izquierdosos para proteger a los delincuentes. Como bien dice Itzamná Ollantay, «en América Latina, en especial en los empobrecidos/cristianizados países centroamericanos, quién se presente como comunista es satanizado y censurado como el mismo anti Cristo. Y, quién se proclame anticomunista es adulado y reverenciado como el máximo Apóstol de Jesucristo»[31]. Una cuestión grave para estudiar y analizar seria y rigurosamente. Seguiremos.

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[1] J. Falwell, Lisen America, p. 5. Bantam Books, Nueva York 1981

[2] Falwell, Lisen America, p. 6.

[3] Citado por Barbara Ehrenreich, Moral Majority, https://www.artforum.com/columns/the-moral-majority-205515/

[4] Pery Deane, God’s bullies. Native reflections on Preachers and Politics. Holt, Rinehart and Winston, Nueva York 1982.

[5] «El verdadero negro —decía Falwell— no quiere la integración…. Se da cuenta de que su potencial es mucho mayor entre los de su propia raza». Falwell aseguraba que la integración «con el tiempo destruirá nuestra raza». A medida que la presión del movimiento de derechos civiles aumentó a principios de la década de 1960 y el presidente Lyndon Johnson introdujo una amplia legislación sobre derechos civiles, Falwell se volvió cada vez más conspirativo. Se alistó con J. Edgar Hoover para distribuir propaganda fabricada por el FBI contra Martin Luther King y denunció públicamente la Ley de Derechos Civiles de 1964 como «males civiles».

[6] Joanne Ricco, «The Right Wing Attack on the American Labor Movement» Milwaukee, Wisconsin 2002.

[7] Falwell, America Can Be Saved. Sword of the Lordd Publishers, Tennessee, 1979.

[8] Peter G. Bourne, Jimmy Carter. A Comprehensive Biography from Plains to Post-Presidency. Prentice Hall & IBD, 1997.

[9] A finales de los años 1970, más de 40 millones de estadounidenses se consideraban «nacidos de nuevo» (Susan F. Harding, The Book of Jerry Falwell: Fundamentalist Language and Politics, p. 35. Princeton University Press, 2000.). La revista Time etiquetó 1976 como «El Año de los Evangélicos» (Sara Diamond, Roads to Dominion: Right-Wing Movements and Political Power in the United States, p. 163. The Guilford Press, 1995). Cf. Steven P. Miller, The Age of Evangelicalism: America’s Born-Again Years. Oxford University Press; 1er edición (12 Mayo 2014.

[10] G.S. Smith, Faith and the Presidency: From George Washington to George W. Bush, cap. 11. Oxford University Press 2006.

[11] La oposición evangélica conservadora no se debió a la ley sobre el aborto, sino a su política contra la segregación racial: «Uno de los mitos más duraderos de la historia reciente es que la derecha religiosa, la coalición de evangélicos conservadores y fundamentalistas, surgió como un movimiento político en respuesta al fallo Roe contra Wade de la Corte Suprema de Estados Unidos de 1973 que legalizó el aborto. La historia es más o menos así: los evangélicos, que habían estado políticamente inactivos durante décadas, estaban tan moralmente indignados por Roe que resolvieron organizarse para revocarlo.

Este mito de los orígenes lo repiten a menudo los líderes del movimiento. En su libro de 2005, Jerry Falwell, el agitador predicador fundamentalista, relata su angustia al leer sobre el fallo en la edición del 23 de enero de 1973 del Lynchburg News: «Me senté allí, mirando la historia de Roe contra Wade, cada vez más temeroso de las consecuencias del acto de la Corte Suprema y preguntándose por qué se habían alzado tan pocas voces en contra». Algunos de estos cruzados anti-Roe llegaron incluso a autodenominarse “nuevos abolicionistas”, invocando a sus predecesores anteriores a la guerra que habían luchado para erradicar la esclavitud.

Pero el mito del aborto colapsa rápidamente bajo el escrutinio histórico. De hecho, no fue hasta 1979 (seis años después de Roe) que los líderes evangélicos, a instancias del activista conservador Paul Weyrich, aprovecharon el aborto no por razones morales, sino como un grito de guerra para negarle al presidente Jimmy Carter una segundo período. ¿Por qué? Porque la cruzada antiaborto era más aceptable que el verdadero motivo de la derecha religiosa: proteger las escuelas segregadas. Hasta aquí el nuevo abolicionismo». Randall Balmer, The Real Origins of the Religious Right, https://www.politico.com/magazine/story/2014/05/religious-right-real-origins-107133/

[12] John Blake, Jimmy Carter embodies the ‘road not taken’ by many White evangelical Christians, https://edition.cnn.com/2023/03/05/us/jimmy-carter-evangelicals-blake-cec/index.html

[13] La desigualdad racial todavía azota a Estados Unidos. Este hecho es fundamental para su historia nacional y continúa influyendo en las vidas y comunidades religiosas y seculares contemporáneas. Cf. Mark T. Mulder, Shades of White Flight: Evangelical Congregations and Urban Departure (Rutgers University Press, 2015); Michael O. Emerson, Divided by Faith: Evangelical Religion and the Problem of Race in America. Oxford University Press, Nueva York 2001.

[14] E.J. Dionne, Why Americans hate politics, p. 234. Simon & Schuster, Nueva York 1992.

[15] Jerry Falwell, Strength for the Journey. An Autobiography, p. 291. Simon & Schuster, Nueva York 1987. Sin embargo no aporta ninguna reflexión o examen sobre de había podido ser tan ciego.

[16] J. Falwell, Lisen America, pp. 24-25. Bantam Books, Nueva York 1981. En 1984 Falwell llamó a la Metropolitan Community Church, receptora de homosexuales, «un sistema vil y satánico» que «un día será completamente aniquilado y habrá una celebración en el cielo». Los miembros de estas iglesias, añadió Falwell, son «bestias brutas». Max Blumenthal, Agent of Intolerance, https://www.thenation.com/article/archive/agent-intolerance/

[17] Lisa McGirr, Suburban WarriorsThe Origins of the New American Right, pp 257-258. Princenton University Press 2015

[18] R. Freedman, «The Religious Right and the Carter Administration», The Historical Journal, 48/1 (2005), p. 242.

[19] «Nos enfrentamos a muchas cuestiones en las que la religión, la política y los asuntos privados tienden a mezclarse, a veces de forma explosiva, creando marcadas divisiones entre nosotros, en nuestra vida pública y privada y entre y dentro de las denominaciones religiosas. Es cada vez más difícil mantener separadas las cuestiones de religión y de gobierno, ya que incluso las cuestiones puramente religiosas son abordadas habitualmente por los políticos, y viceversa. Me he enfrentado a la separación del gobierno y la religión en ambas direcciones».

  1. Carter, Faith. A Journal for All. Simon & Schuster, Nueva York 2018.

[20] Citadas por Lori Amber Roessner, How Jimmy Carter integrated his evangelical Christian faith into his political work, despite mockery and misunderstanding,

https://theconversation.com/how-jimmy-carter-integrated-his-evangelical-christian-faith-into-his-political-work-despite-mockery-and-misunderstanding-200412

[21] Véase Randall Balmer, Redeemer. The Life of Jimmy Carter. Basic Books, 2014.

[22] Citado por E.J. Dionne, Why Americans hate politics, p. 211. Simon & Schuster, Nueva York 1992.

[23] «En respuesta a su mensaje de justicia racial, derechos de las mujeres y preocupación por la difícil situación de los pobres, los evangélicos de todo el país ayudaron a impulsar a Carter al cargo. Sin embargo, cuatro años después, esos mismos votantes lo abandonaron por Ronald Reagan y el Partido Republicano. La derrota de Carter marcó el eclipse del evangelicalismo progresista y el ascenso de la derecha religiosa, que popularizó una comprensión dramáticamente diferente de la fe, arraigada en el nacionalismo, el individualismo y el capitalismo de libre mercado», Randall Balmer, Redeemer. The Life of Jimmy Carter. Basic Books, 2014.

[24] «La Mayoría Moral, que sólo existió durante 10 años (del 79 al 89), realmente cambió la cara de la participación política cristiana». Michael Sean Winters, God’s Right Hand. How Jerry Falwell Made God a Republican and Baptized the American Right. HarperOne, Nashville 2012.

[25] Véase Frances FitzGerald, The Evangelicals. The Struggle to Shape America. Simon and Schuster, New York 2017.

[26] «Visto en retrospectiva, el escándalo fue la combustión de un fuego de autoinmolación que Falwell había estado avivando durante meses, sino años. Liberty había pasado la mayor parte de 2020 dando bandazos de una crisis de relaciones públicas a otra provocada por el comportamiento grosero e imprudente de Falwell, sus hostigamientos raciales, sus negaciones de COVID-19 y su devoción servil a Donald Trump… Las controversias convirtieron a Falwell en un avatar de la hipocresía, el no saber nada y la masculinidad tóxica que explicaron por qué el 81 por ciento de los cristianos evangélicos blancos votaron en 2016 por Trump, una estrella de televisión tres veces casado que literalmente se jactaba de agarrar a las mujeres por el coño». Gabriel Sherman, https://www.vanityfair.com/news/2022/01/inside-jerry-falwell-jr-unlikely-rise-and-precipitous-fall

[27] Tocqueville, La democracia en América, vol. I, p. 43. Aguilar, Madrid 1989, org. 1840.

[28] «En respuesta al desarrollo de regímenes comunistas en todo el mundo y a la percepción de una “infiltración” comunista en los Estados Unidos, los protestantes conservadores, en muchas ocasiones, expresaron su comprensión de las amenazas que enfrentaba la sociedad estadounidense. El éxito que tuvieron el evangelista Billy Graham, el editor religioso Carl Henry y el director del FBI Edgar Hoover al presentar su mensaje anticomunista a innumerables estadounidenses sugiere que el protestantismo conservador jugó un papel significativo en la configuración de la cultura estadounidense de la guerra fría. Eric R. Crouse, “Responding to the Reds: Conservative Protestants, Anti-Communism, and the Shaping of American Culture, 1945-1965”, Historical Papers 2002: Canadian Society of Church History .

[29] Prothero, Why Liberals Win The Culture Wars (Even When They Lose Elections). HarperOne, Nashville 2016.

[30] Citado por Prothero, Why Liberals Win The Culture Wars (Even When They Lose Elections).

[31] Ollantay, América Latina tan cristiana como ninguna, y tan anticomunista sin igual, https://www.telesurtv.net/bloggers/America-Latina-tan-cristiana-como-ninguna-y-tan-anticomunista-sin-igual-20170519-0005.html

Alfonso Ropero Berzosa

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